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jueves, 3 de octubre de 2013

VIII. Unidad Edad Contemporanea ( II Parte)



El Pensamiento Liberal y  Socialista

Como ya vimos, la primera mitad del siglo XIX es una etapa de intensa lucha entre las nacientes burguesías europeas contra la nobleza (excepto de Inglaterra) por el control del poder político, residía desde hacia mucho en manos de la burguesía. Recuérdese que el congreso de Viena no solo rehízo el mapa europeo, sino que restauro en el gobierno de los estados a las antiguas monarquías (la mayoría se hicieron constitucionales), sin embargo, en el plano económico con el
desarrollo de la industria y el comercio, era imposible retroceder a la economía feudal mercantilista.

El desarrollo económico que genero la revolución industrial creo dos nuevas clases sociales antagónicas: la burguesía y el proletariado. La burguesía justificaba su existencia y la del nuevo sistema capitalista de la Ideología Liberal que pregonaba en lo político el acceso al poder de los capitalistas en repúblicas burguesas en los económico la libertad capitalista de contratar obreros, de invertir en empresas, de poner precios según las leyes de oferta y demanda, de comerciar interna e internacionalmente, etc.

De acuerdo a la ideología liberal, el capitalismo era el máximo estadio de la humanidad y solo el era capaz de hacer circular la riqueza entre toda la población a través de la ganancia capitalista y los salarios. El estado debía dejar que la sociedad funcionara bajo la dirección de la empresa privada e intervenir o disuadir cualquier amenaza externa.

Los triunfos que los capitalistas iban teniendo en esta época en lo político, la ciencia y la industria tenían, sin embargo, un lado oscuro: la miseria creciente de la masa obrera europea. El de salarios miserables (por el gran desempleo y la ausencia de un marco legal que regulara el sistema laboral) y que los capitalistas explotaran bárbaramente a los obreros
con jornadas de trabajo de 13 y 16 horas diarias. No existían hospitales públicos, ni educación gratuita como en la actualidad, tampoco tenían los obreros derechos a vacaciones, ni a días festivos, las mujeres y niños trabajan por igual, viviendo estos ejércitos obreros en tugurios marginales y antihigiénicos (como en los actuales países subdesarrollados).

Esta situación de bárbara explotación llevo a los obreros a rebelarse en distintos países europeos a través de huelgas y en los casos más extremos a través de huelgas y en los casos mas extremos a través de revoluciones sociales (1830, 1848) exigiendo a los capitalistas y a las monarquías humanizar la situación obrera. Estos hechos llevaron a varios pensadores europeos a proponer diversa explicaciones y soluciones.

Algunos defendieron el nuevo orden capitalista (Augusto Comte.) y otros concibieron una sociedad diferente, igualitaria y sin explotación por lo que se les llamo Socialistas. Los socialistas por su parte se clasifican en utópicos, científicos (marxistas) y democráticos o revisionistas (del marxismo).

Los Socialistas Utópicos: podemos incluir al conde francés de Saint-Simón; Francisco Fourier; el ingles Robert Owen, padre del cooperativismo. Eran todos de clase alta comparecidos de la situación obrera. Apelaron a la solidaridad de los demás
capitalista con los obreros compartieron sus ganancias con ellos de manera justa. Ellos mismos llegaron a realizar experimentos de comunidades socialistas.

El ingenuo llamado que en sus escritos hicieron a los capitalistas para compartir sus riquezas es la causa de que se les denomine utópicos. Otras corrientes socialistas mas pragmática surgió del estudio y experiencia política en la sociedad capitalista de los alemanes Carlos Marx y Federico Engels. Se denomina a esta corriente Socialismo Científico o Marxismo. Carlos Marx

Marx propuso la necesidad que tenia la clase obrera por superar la orden capitalista basada en la propiedad privada capitalista de los medios de producción y la explotación del trabajo asalariado de la clase obrera en forma brutal.

Para Marx el sistema capitalista estaba condenado a desaparecer por la contradicción que existía entre una enorme masa de obreros explotados productores de la riqueza social y una minoría de capitalistas que se apropiaban de esa riqueza social y una minoría de capitalistas que se apropiaban de esa riqueza amparados en su propiedad de los medios de los medios de producción y la protección de un estado y policía- ejercito controlados igualmente por la clase burguesa.

La destrucción de ese orden no seria responsabilidad de la burguesía, si no de la clase obrera que era el sector a quien dicho orden afectaba.

La revolución social el medio a través de la cual se distribuía el orden capitalista desplazando a los burgueses del gobierno y socializar los medios de producción. Es decir que productores, dueños de las tierras, fabricas y de mas de medios de producción instaurando de esa forma una sociedad mas justa y democrática.

Los estudios que hizo Marx sobre la sociedad capitalista se encuentran en una variedad de obras de las cuales la mas importantes es El capital, en cuyas mas de 3 mil paginas (inconclusa por su muerte en 1883), se analizan las principales debilidades y contradicciones del capitalismo en siglo XIX.

El socialismo Marxista, sin embargo no tuvo gran acogida entre las masas obreras e intelectuales de la Europa de ese siglo. Más aceptación tuvieron los ensayos de Eduardo Bernstein (también alemán) quien a través del llamado socialismo democrático, critico a Marx pues opinaba que la situación europea a necesitándose una revolución violenta para humanizar la vida de los obreros y que mas bien, dentro del mismo sistema, sin destruirlo, podían darse esos cambios pues ya estaban legalizados los partidos políticos obreros para acceder al poder.


Guillermo Varela Osorio: “Historia de la Cultura” Edición Lic. Atilio Varela Baca, Imprenta Douglas, Enero 2008.

LIBERALISMO Y SOCIALISMO

En el siglo XVIII surgieron nuevas formas de pensar la vida social. Esas reflexiones influyeron de manera decisiva en las formas de concebir y realizar la actividad política y, en consecuencia, modificaron las relaciones entre el poder político y la sociedad a lo largo del siglo XIX.
Entre esas nuevas formas de pensar cabe destacar el liberalismo, una concepción de la sociedad que privilegia la libertad del individuo frente al Estado y la sociedad. Considera que para ser plenamente libre, el individuo debe gozar y disponer libremente de sus bienes, por lo tanto, consagra a la propiedad privada como un derecho fundamental y un principio que debe garantizar el sistema político y económico. El liberalismo considera a la sociedad como una asociación de individuos libres y, al Estado, como la entidad que debe garantizar el ejercicio de esa libertad individual. Por ello, proclamó algunos principios básicos, como la libertad de cultos y la de expresión, la libertad de comerciar y la de asociarse, la libertad de enseñar y la de aprender. Todos ellos, característicos de un nuevo orden social, el capitalismo. Los principios liberales se convirtieron en herramientas importantes para organizar la mayor parte de los regímenes políticos contemporáneos.
Pero el liberalismo empezó a ser cuestionado a raíz de las transformaciones sociales y económicas que se producían a medida que se expandía la sociedad capitalista. Un nuevo conjunto de ideas y creencias políticas, el socialismo, empezó a tomar vigor, a partir de 1848, en buena parte de los países europeos. Si el liberalismo hizo hincapié en la libertad, el socialismo lo hizo sobre la igualdad de los individuos, en un sentido diferente a la igualdad ante la ley que postulaban los liberales.
Las ideas y creencias socialistas fueron las banderas que enarbolaron los trabajadores en casi todo el mundo, y así consiguieron leyes sociales, condiciones materiales de vida mejores que las del siglo XIX. También el socialismo tuvo su expresión en los partidos que llevaron su nombre y que buscaron instalar, desde los gobiernos democráticos, discusiones que permitieran obtener leyes favorables para los obreros.

LIBERALISMO POLÍTICO Y ECONÓMICO 
 

Las revoluciones burguesas en Europa, al destruir el Antiguo Régimen, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominaron Estado liberal, y la ideología que sustentaba estos regímenes burgueses es lo que se ha dado en llamar liberalismo: liberalismo político y económico.
Liberalismo político significaba respeto a las libertades ciudadanas e individuales(libertad de expresión, de asociación, de reunión); existencia de una Constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernante, separación de poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- para evitar cualquier tiranía; y derecho al voto, bien como sufragio universa, aunque en este último caso más que de liberalismo político habría que hablar de democracia.
Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía dominante y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial. Desde el punto de vista de la práctica, el liberalismo económico significó la no intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales. A nivel técnico supuso, además, un intento de explicar racionalmente y justificar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias : el gran capitalismo y la miseria de la clase trabajadora.
La alta burguesía europea, cada día más poderosa y rica, con el poder político ya firmemente asido, veía con inquietud cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa proletaria, también cada día más espantosamente pobre. Necesitaba, por tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina la encontró en dos pensadores ingleses. Adam Smith (1723-1790) y Thomas R. Malthus (1766-1834), que pasaron así a se los pilares ideológicos del liberalismo económico.
Smith pensaba que todo el sistema económico debía estr basado en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley ; los precios y los salarios se fijarían por sí solos, sin necesidad de intervención alguna del Estado. Y ello, entendía, no podía ser de otro modo, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre , al actuar buscando su propio beneficio, provocaba el enriquecimiento de la sociedad.
Malthus partía del supuesto de que , mientras el aumento creciente de población seguía una proporción geométrica, la generación de riquezas y alimentos sólo crecía aritméticamente. Resultaba por ello inevitable que, de no ponerse remedio, el mundo se hundiría en la pobreza. Ese remedio no podía ser otro que el control de natalidad en los obreros, y que estos quedasen abandonados a su suerte, para que así su número disminuyese.
En resumen, tanto Malthus como Smith lo que estaban pidiendo era la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económica. Y eso fue lo que ocurrió: el Estado burgués europeo del siglo XIX se limitó a garantizar el orden público en el interior de sus fronteras, renunciando a cualquier tipo de política social, de justicia redistributiva y de intervención de la economía. Nada mejor para los grandes capitalistas, que quedaron con las manos libres para enriquecerse al máximo. La riqueza se convirtió en una virtud, los clérigos, desde el púlpito, presentaban la pobreza como una consecuencia del vicio y el pecado, con lo cual estaban justificando de hecho su existencia.
Frente a este Estado liberal y en esta sociedad burguesa, el proletariado se encontró indefenso. Por ello, su lucha por la vida y por los derechos que se les negaban tenía que convertirse necesariamente en una lucha contra el liberalismo económico y la burguesía capitalista.

EL SURGIMIENTO DE LAS ORGANIZACIONES OBRERAS

Las malas condiciones de trabajo generaron críticas y actitudes reformistas. En los inicios de la Revolución Industrial sólo hubo una reacción por parte de los obreros, que pensaron que las máquinas eran las culpables de su situación y organizaron motines para destruirlas. Percibían a las maquinarias como competidoras, que por una parte quitaban puestos de trabajo para los obreros y por otra prolongaban la jornada laboral. Con el correr de los años los obreros atribuyeron otras causas a sus problemas y se organizaron sindicatos y asociaciones en procura de mejores condiciones laborales y de vida.Los primeros sindicatos surgieron en Inglaterra, el país pionero dela Revolución Industrial. En un principio, eran agrupaciones ilegales, ya que por una antigua tradición estaba prohibida la asociación de trabajadores. Posteriormente, lograron que se les concediera la legalidad. Los trabajadores ingleses organizados en las Trade Unions (Organizaciones sindicales de Inglaterra) reclamaban la participación política y reivindicaciones laborales, , reducción de la jornada e incrementos salariales.
Durante la primera mitad del siglo XIX, en Inglaterra se desató el movimiento carlista, iniciado en 1836 cuando la Asociación del Trabajo, publicó la Carta del Pueblo. Su propuesta política fundamental era el establecimiento del sufragio universal y el derecho de la clase obrera de acceder al Parlamento. El movimiento se manifestaba además con mitines, conferencias y huelgas organizadas por los trabajadores. Aunque estas manifestaciones fueron reprimidas, se lograron algunos de los reclamos: el gobierno dispuso la reducción de la jornada laboral a 10 horas.
Los adelantos del movimiento obrero en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX brindaron a los trabajadores europeos un modelo para su accionar , especialmente en Francia y en Alemania.
En 1864 tuvo lugar un acontecimiento relevante para el movimiento obrero europeo: la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores, cuya primera reunión se realizó en Londres. El movimiento estaba integrado inicialmente por obreros de Inglaterra y de Francia y por algunos exiliados de otras regiones de Europa (polacos, alemanes, italianos, suizos) que residían en Londres. La actividad de la Asociación creció paulatinamente y alcanzó a tener filiales en otros países. En Francia, la ciudad de París se convirtió en el centro más activo de la Asociación. La Primera Internacional se mantuvo hasta 1876. A fines del siglo XIX se organizó la Segunda Asociación Internacional de los trabajadores.

LAS CORRIENTES POLÍTICAS DEL MOVIMIENTO OBRERO

Los primeros pensadores que criticaron las injusticias de la sociedad burguesa y reivindicaron los derechos de los trabajadores se pueden rastrear en la Revolución Francesa. Ya por entonces, el planteo era que la sociedad no debía garantizar solamente la igualdad de oportunidades sino también la igualdad de resultados, es decir que no sólo debía haber igualdad política y jurídica sino también igualdad económica.
La Revolución Industrial por su parte, modificó las relaciones sociales con la consolidación de la burguesía( los empresarios) y el proletariado (los asalariados) generando una gran explotación de los primeros sobre los segundos. En esta época de importantes modificaciones económicas y sociales, surgieron pensadores que idearon nuevos sistemas para superar los problemas que presentaba el capitalismo o para reemplazarlo por sistemas diferentes. En 1832 la prensa francesa publicó por primera vez la palabra socialismo, los partidarios del socialismo eran los que ponían el acento en el aspecto comunitario delas relaciones humanas frente a quienes exaltaban los principios individuales. En general abogaban por la abolición de las clases sociales, de la propiedad privada y de la pobreza. La historia del pensamiento socialista se entrecruza con la historia del movimiento obrero por ser una ideología que aspiraba a representar en gran parte los intereses de los trabajadores.
No obstante, el movimiento socialista englobaba a personas con opiniones diferentes, tanto en cuestiones políticas como económicas. Durante el siglo XIX estas tendencias divergentes estuvieron representadas fundamentalmente por tres tipos de socialismo: utópico, marxista o científico y anarquista.


EL SOCIALISMO UTÓPICO: FOURIER, SAINT- SIMON Y OWEN

Los seguidores de los pensadores franceses Saint- Simon y Fourier y el del inglés Roberto Owen fueron quienes recibieron primero el nombre de socialistas, porque la cuestión social era fundamental en su pensamiento. Coincidían en proponer la cooperación entre los seres humanos para obtener los medios de subsistencia, en lugar de lograrla mediante la competencia defendida por el liberalismo. Eran partidarios de la organización económica para lograr el bienestar pues desconfiaban de las leyes naturales del mercado.
Se presentaban como defensores de los derechos de los trabajadores pero no creían que necesariamente el proletariado y la burguesía tendrían que enfrentarse para llevar a cabo sus respectivos proyectos. Estos pensadores socialistas recibieron el nombre de utópicos porque presentaban al socialismo como una aspiración para lograr la mejor sociedad posible pero sin especificar los métodos para concretarla. En cierto modo esta calificación encerraba una crítica por parte de quienes consideraban sus teorías como positivas pero irrealizables.
En esos años también surgieron conspiradores que organizaban revueltas y motines para protestar por las condiciones de vida de los trabajadores.


EL SOCIALISMO CIENTÍFICO: MARX Y ENGELS

Los sucesos del 48 marcaron la aparición del movimiento obrero. Aunque en muchos casos se trataba de artesanos y jornaleros, su presencia diferenciada se hizo sentir por primera vez en estos acontecimientos. Fue este un momento de gran renovación de ideas y de dirigentes y los protagonistas fundamentales del movimiento obrero de las décadas posteriores tuvieron su bautismo de fuego en las barricadas de la Revolución del 48. Muchos trabajadores e intelectuales se reunían en grupos en los que a menudo participaban activistas de diferentes países. Entre esos grupos se encontraba la Liga de los Justos, que había tenido su origen en Alemania y en la que militaban dos jóvenes intelectuales alemanes: Karl Marx y Friedrich Engels. En 1848 la Liga cambió su nombre por el de Liga de los Comunistas encargando a Marx y Engels la redacción de un programa político que se llamó Manifiesto Comunista. Puede considerarse que este fue el texto fundacional del pensamiento socialista moderno, que para diferenciarse del anterior, comenzó a llamarse "socialismo científico". Posteriormente , Marx encararía una tarea de análisis crítico de la sociedad capitalista en su obra principal El Capital.
Entre los puntos de partida fundamentales se encuentran el materialismo histórico. Según esta teoría, la historia y la evolución de la humanidad están determinadas por el juego de las fuerzas económicas. En este sentido, cada etapa del proceso productivo, cada modo de producción (esclavista, feudal o capitalista) entrará en colisión con las nuevas relaciones surgidas de su propio interior generándose cambios de sistemas. Marx sostuvo que le capitalismo era uno de los tantos "modos de producción" que los hombres habían creado a lo largo de la historia, como resultado de las relaciones sociales que establecían entre sí. Esta idea era revolucionaria porque permitía pensar la historia como una sucesión "progresiva" de formaciones sociales que cambiaban constantemente. La teoría marxista de la historia planteaba que la sociedad capitalista se derrumbaría de manera inevitable. Marx argumentaba que la burguesía, para poder seguir acumulando capitales, aunque no se lo propusiera, la burguesía ayudaba a crear una clase social de desposeídos (el proletariado industrial), que se transformaría en la fuerza social que destruiría el capitalismo. Según Marx y Engels, las distintas sociedades existentes a lo largo de la historia siempre se han caracterizado por la presencia de grupos humanos (las clases sociales) enfrentados entre sí. El capitalismo, con todo el avance que significó en cuanto a la destrucción de los privilegios feudales y el impulso que dio el progreso tecnológico y científico, instauró una forma de sociedad caracterizada por la lucha entre los burgueses y los trabajadores( a quienes Marx y Engels también llamaban proletarios). Según la teoría de estos pensadores, la riqueza de la sociedad capitalista es un producto del trabajo humano y los capitalistas o burgueses, que son los dueños de las fábricas, las máquinas y la tierra, explotan a los trabajadores al no retribuirles el total de su trabajo sino sólo una parte de él, el salario. La diferencia entre lo que los capitalistas pagan y el valor del trabajo realizado es lo que Marx y Engels llamaron plusvalía que es tomada como propia por los capitalistas y constituye el origen de la riqueza. Para ellos la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado llevaría al triunfo del segundo, y tras ese triunfo sobrevendría una sociedad en la que el poder sería ejercido por los trabajadores, que eliminarían las desigualdades económicas existentes entre los hombres. La lucha de clases era para Marx el "motor de la historia".
El socialismo científico o marxismo se convertiría en una de las corrientes fundamentales del movimiento obrero, tanto del siglo XIX como del siglo XX. Fue la fuente de inspiración para la revolución rusa de 1917 que fundó el comunismo moderno, logrando también gran aceptación en Alemania y en menor medida en Francia, donde se enfrentó con los ideales anarquistas.



EL ANARQUISMO

Los anarquistas proponían un modelo social basado en la libertad, que tendría como principal característica la total igualdad de los hombres. En la anarquía o sociedad libertaria se suprimiría el concepto de autoridad de unos hombres sobre otros. El libre acuerdo fundamentaría la nueva relación social. Para alcanzar esta nueva sociedad consideraban necesario el cumplimiento de una serie de postulados políticos, económicos, sociales y morales. Entre ellos: la abolición del Estado y de todo poder que proclame leyes, la anulación dela propiedad privada, la organización de la vida social por obra de libres asociaciones o federaciones de productores y consumidores. Esta concepción del anarquismo parece estar relacionada con los orígenes de su ideología : el fervor por el logro de la " sociedad de productores libres" podría representar la defensa de los artesanos frente a la concentración impuesta por la industrialización . Por eso en un principio las ideas anarquistas tuvieron mayor éxito en los países como Francia, España o Italia, donde el industrialismo no se había desarrollado completamente. Las ideas del anarquista José Proudhon(1809-1865), defensor de los pequeños productores, tuvieron muchos seguidores entre las asociaciones de artesanos franceses, especialmente en Paris. En esta línea de pensamiento se destacó también el ruso Miguel Bakunin quien postulaba que los trabajadores debían abstenerse de participar en las luchas políticas parlamentarias y mediante la adopción de "métodos de acción directa" 8huelgas, levantamientos armados, etc.) debían prepararse para llevar a cabo la "Revolución Social" (la eliminación brusca de la sociedad burguesa y la instauración de la sociedad sin clases ni derecho de propiedad)

. Liberalismo y socialismo en Rafael María Baralt. Johan Méndez Reyes


Liberalismo y socialismo en Rafael María Baralt


Johan Méndez Reyes




En la primera mitad del siglo XIX el pensamiento filosófico desarrollado en Venezuela asumió una forma específica de incorporación y recepción innovadora de sus fuentes europeas, especialmente del liberalismo, conservadurismo, socialismo utópico, anarquismo, romanticismo e inclusive del positivismo. La obra de Rafael María Baralt (1810-1860), se inscribe en esta tendencia, a pesar que se evidencie su gran afinidad con el liberalismo, no fue sólo un apasionado defensor y justificador del liberalismo político, sino que se “aventuró a seguirlo en sus conexiones con las doctrinas más radicales de la época, topándose en algunos momentos con el marxismo.”2
Si bien es cierto que “Baralt, no llegó a ser marxista ni comunista propiamente dicho, no obstante ya circulaba en 1848 el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, no trascendió de un liberalismo avanzado que incursionó en debates entre el socialismo, desde los planteamientos de Proudhon hasta los del historiador francés Guizot”3
El acercamiento que tiene Baralt, en relación al socialismo, se puede considerar como ligero y sutil, convirtiéndose en un analista político –como dice Pulgar- pero con entera autonomía intelectual, desde convicciones cristianas y arriesgando posiciones en un medio de los más atrasados de Europa que era España.4
Para Augusto Mijares, Baralt puede ser considerado un socialista burgués, debido a su interpretación de la historia al considerar que “… la revolución –afirma Baralt- hecha por el estado llano remachó las cadenas del proletariado, apreciación que separa agresivamente las dos clases…”5
Mientras que para Ramón Díaz Sánchez, Rafael María Baralt, puede ser considerado como un liberal progresista “o lo que es lo mismo, hombre de izquierda…”6
El presente trabajo no pretende demostrar que Rafael María Baralt, fue un socialista o que desarrolló una continuidad teórica con el socialismo utópico. Por el contrario, asumimos que el pensamiento de este intelectual venezolano se mueve dentro de la doctrina del liberalismo y de la clase burguesa, pero que se preocupó por revisar algunos postulados del socialismo, hasta el punto de compararlo con los fundamentos liberales, desarrollando una interesante disputa entre la postura socialista y la liberal. Convirtiendo en uno de los iniciadores de este debate en Venezuela. Situar la obra de Rafael María Baralt desde su interés de clase burguesa7, no debe ser sinónimo de un determinismo para evaluar su obra, sino que por el contrario, es una lógica que permite comprender los modos y las condiciones reales de posibilidad de su pensamiento en la historia venezolana.
En este sentido, se analizará, desde una metodología hermenéutica, las reflexiones que este pensador venezolano desarrolla en relación al liberalismo y al socialismo, haciendo uso de la sistematización y la interpretación de su obra, así como de otros materiales bibliográficos consultados, especialmente se trabajará con su obra Programas políticos.8 En este texto, Baralt plantea los postulados de la democracia, liberalismo, socialismo, entre otros temas políticos, también estudia a pensadores de la talla de Guizot, Proudhon, Tocqueville, entre otros autores europeos, que recogen su preocupación por la situación política, social y cultural en la se encontraban la sociedad americana y europea.

Liberalismo
En el pensamiento político de Rafael María Baralt, es indispensable tomar en cuenta su concepto de democracia9 y su postura crítica a la “idolatría de la democracia”10, en él, además de resaltar los valores de la democracia liberal, destaca algunas experiencias negativas de tipo socialista11, a pesar de reconocer que la democracia puede estar íntimamente asociada al socialismo.
Las ideas del siglo XIX de la historia de Europa son tributarias de los conceptos políticos ilustrados. Ideas inspiradora de la revolución de independentista de las colonias americanas (1776) primero, y la Revolución francesa (1789) después, propiciaron el constitucionalismo liberal decimonónico, a través del cual van a influir en todas las corrientes políticas de la época. Estructurándose en una amplia Zona de transición entre lo que se llamó el Antiguo Régimen y el Estado liberal; entre una sociedad estamental y una clasita, donde la guerra y la revolución son, simultáneamente, fenómenos vividos por los pueblos europeos y latinoamericanos posteriormente.
En tal sentido, el planteamiento de la democracia de Rafael María Baralt, se inserta en esta discusión contextual. Para él, la democracia, es entendida como aquella que propone establecer como máxima, la felicidad de todo los hombres, como derecho esencial para la buena vida, este derecho, señala Baralt, depende, “…según las facultades que han recibido de la naturaleza, y según también el mérito de sus obras; de donde se deduce que la sociedad, teatro donde el hombre busca y alcanza esa felicidad, lejos de poner embarazos al desarrollo de sus facultades y a la adquisición de los medios que tiene que emplear para obtenerla, debe facilitar y promover su desenvolvimiento y aumento.”12 Por ello, la democracia es una idea natural, humana, providencial y divina, que se desenvuelve en la historia procurando la igualdad de condiciones y el bienestar de las clases sociales.
Baralt, claramente influenciado por el liberalismo del siglo XIX, considera que la democracia propuesta por Montesquieu, Adam Smith, Tocqueville, entre otros, no propone en absoluto la expropiación de bienes, como si lo hace el comunismo y el socialismo. La democracia, que defiende Baralt, por el contrario, es la que se fundamenta en el respeto de la propiedad privada, en la acumulación de riqueza y en los valores del individualismo, en tal sentido, afirma que:
La democracia no proclama ni sostiene la expropiación de bienes. Su principio fundamental económico es la desvinculación: y esta es una ley en Francia, así como en otras muchas naciones civilizadas. Respecto a la propiedad: nada más justo, porque sin ella no hay trabajo, sin trabajo no hay producción, sin producción no hay riqueza, ni alimentos, y sin éstos no hay sociedad.”

Por ello, Baralt, ante esa situación se plantea, ¿Qué debe hacerse para conservar la propiedad e impedir la injusta repartición de los bienes que ella produce?
La democracia indica como solución de este problema: La distribución igual de la herencia entre los hijos o herederos, El aumento de capital, y por consiguiente del trabajo por medio de la reforma de impuesto, de la reforma de la administración y de la economía en el presupuesto, La creación de un vasto sistema de concesión de trabajo, como parte del sistema de beneficencia pública, La asociación del capital y del trabajo, del empresario y obrero y La unión intima del sentimiento moral, del sentimiento religioso y del sentimiento de la libertad, por medio de la fraternidad cristiana.

Baralt, entiende por democracia, aquella forma de gobierno que se reduce al liberalismo, y considera que “… nuestro objeto no es defender el socialismo, sino justificar la democracia: cosas entre sí muy diversas, y que Guizot no ha debido confundir en un sola.”
La democracia, según Baralt, es aquella que se debe incorporar a las leyes históricas, por tanto, a pesar, de profesar la igualdad entre los hombres, ésta se hace imposible por el devenir histórico de la civilización, por ello dirá:
La esclavitud pasa a ser servidumbre; la servidumbre se transforma, queda convertida en gremios industriales, y nace el estado llano; los gremios industriales desaparecen, el estado llano comienza el laborioso trabajo de su emancipación, y el proletariado toma su triste puesto en el mundo; el estado llano combate la nobleza de raza, triunfa de ella y es libre; el proletariado siente remachar sus cadenas. ¿Pretenderá acaso Guizot que, llegada a este punto, se detenga la humanidad condenando para siempre a la clase más numerosa de la sociedad al ilotismo en que actualmente se encuentra? Santa es la libertad y la adoramos, pero la queremos para todos, no para algunos.16

Sostiene Baralt, que nada tiene que ver la democracia con los excesos cometidos por el absolutismo en su combate a muerte contra ella; por el liberalismo ecléctico que no ha sabido comprenderla; por sus falsos apóstoles, que la han amancillado y vendido;
por la natural inexperiencia de sus primeros adeptos, que no ha podido ni sabido darle dirección; por los delirios de reformadores exagerados y violentos que, adrede o por ignorancia, confunde con ella sus doctrinas; y finalmente, por las leyes invariables que gobiernan los negocios humanos y según las cuales nada muere sin dolor, ni nada se funda sin trabajo.”


La democracia que defiende Baralt es la compatible con el variado orden social de las diversas naciones civilizadas, que tiene como dominador común la religión cristiana como medula centra. En este sentido, señala:
Esa democracia, la única verdadera, es compatible con el vario orden social de las diversas naciones civilizadas; se llama, y es, hija del cristianismo, proclama y afirma la libertad, el poder fuerte y completo como garantía del uno y de la otra, fortalece todos los intereses legítimos, protege todos los derechos, cumple todos los deberes y es amiga de todas las clases: enemiga tan solo de la arbitrariedad y de la tiranía.”18

En su Escritos Políticos Baralt, desarrolla las reflexiones sobre la disputa entre el socialismo utópico y la economía política o liberalismo. Reflexiones amplias y extensas, que en algunos momentos, Baralt, más que dar un punto de vista claro, se convierte en árbitro político, sin tomar públicamente una posición. A pesar de ello, se evidencia su tendencia hacia el liberalismo.
En efecto, este intelectual venezolano, despliega, los elementos que él considera esenciales entre estas dos corrientes, en ese sentido, señala que: “Dos poderes se disputan el gobierno del mundo y se anatematizan con el furor que pudieran hacerlo dos cultos enemigos: la economía política o la “tradición”; y el socialismo o la “utopía”. ¿Qué es la economía política? ¿Qué es el socialismo?”.19
La economía política es –siguiendo a Baralt- la historia natural de las costumbres, tradiciones prácticas y rutinas más aparentes y más universales acreditadas en la sociedad tocante a la producción y a la distribución de la riqueza. “Bajo este concepto se considera y llama “ciencia”, legítima en “hecho” y en “derecho”, y declara que “lo que es” debe ser””. El liberalismo, siguiendo a Tocqueville, lo considera como la máxima expresión de lo humano, el arte de ser libre es una búsqueda permanente de la plena felicidad, pero para alcanzarla, reconoce que la libertad es un proceso duro, ella “nace de ordinario en medio de las tempestades, se establece penosamente en lo más recio de las discordancias civiles y sólo cuando ya vieja hace patentes sus altos beneficios”.   La libertad, para Baralt, es un derecho, al igual que la igualdad, ella asiste al hombre de ser causa de sus propias acciones y de dirigir su actividad de la manera más conforme a los fines de su existencia. Baralt, la subdivide en libertad de obrar (externa), y libertad de pensar (interna). Primera: libertad de estado, de domicilio y de industria; segunda: libertad de creencia, de arte y de filosofía. Mientras que la igualdad, es la participación por derecho a todas las ventajas de la vida social, y se divide en necesaria y condicional. Por la primera todo individuo debe poseer en la sociedad los medios de mantener su dignidad moral y su existencia física. Su propiedad, su seguridad, su libertad, la posición de sus facultades y disposiciones naturales deben estar en perfecto nivel de derecho con las de cualquier otro miembro de la sociedad. Por el derecho condicional el individuo debe poseer en la sociedad tan solo las ventajas adecuadas al producto de sus facultades y disposiciones, y como la sociedad no tiene nivel para el talento, la virtud, el saber, ni la riqueza, se sigue que las ventajas de situación y de jerarquía, los goces, los honores, los empleos que aquellas cualidades proporcionan, deber ser, como ellas mismas, desiguales, porque estos bienes no se adquieren por derecho de persona, sino título de capacidad.
Por otra parte, Baralt, plantea la necesidad de elaborar una nueva teoría de la libertad, donde el hombre, sea considerado, no como fin, sino como medio de cumplir su destino, ser inteligente, “…y de aquí parten para establecer una filiación entre el deber y el derecho más análoga a la institución social y más en armonía con el desenvolvimiento legítimo del individuo y de la especie.”
Podemos sintetizar, el planteamiento liberal, de este pensador venezolano, en los siguientes aspectos: la libertad individual empieza donde acaba la igualdad necesaria; la libertad no es fin, no es objeto, ni para la sociedad ni para el individuo, es un medio, una facultad de obrar para alcanzar un fin, que es la realización de todas las ideas y sentimientos legítimos, dentro de los límites de una ley suprema, que es la moral; como medio o facultad, debe estar subordinada a la igualdad necesaria que es el objeto principal de la asociación; la legislación de un país debe ser, como la sociedad misma, progresiva
Baralt, destaca, que con ese planteamiento, la economía política tienda al individualismo y sus afirmaciones exclusivas; puede muy bien ser parte, y parte muy principal y constituyente, de la ciencia, a la cual vendrían a servir los hechos que describe y analiza como sirven en una vasta triangulación topográfica las bases de antemano dispuestas, las medidas de toda especie y los piquetes. Bajo este punto de vista el progreso de la humanidad, que se efectúa procediendo de los simple a lo compuesto, vendría a ser enteramente conforme con la marcha de las ciencias, y los fenómenos discordantes y aun frecuentemente subversivos que forman la base y el objeto de la economía política, deberían ser considerados como otras tantas hipótesis particulares sucesivamente realizadas por la humanidad en servicio de una hipótesis superior, cuya demostración comprobada resolvería todas las dificultadas y satisfaría las pretensiones legítimas del socialismo, sin anular por eso las principios económicos.   Por ello, la economía social es una aspiración generosa a mejor estado en lo futuro, que el conocimiento perfecto de la realidad presente, además de reconocer, también, que los elementos de estudio tan precioso se hallan todos en la economía política. Pocos defensores encuentran lo presente; pero no es menos universal el disgusto que inspiran las quimeras y las invenciones extravagantes o atrevidas. “Así que todo el mundo reconoce ya hoy que la verdad sólo puede hallarse en una fórmula que concibe estos dos términos: conservación y movimiento…”

Socialismo 

Son las ideas propias de Hegel, los socialistas utópicos y de los anarquistas las que nutren el concepto de socialismo que desarrolla Baralt en su obra. Uno de los planteamientos que más trabajó este autor de las tesis socialistas fue el de la igualdad, ella es entendida no como una igualdad entre los hombres, sino igualdad entre las clases sociales o igualdad social, con ello se evidencia la presencia de los utópicos en este planteamiento. Además del concepto de igualdad, otro elemento que considero, este intelectual venezolano, característico del socialismo es el progreso –aunque también lo es del liberalismo Baralt es un defensor a ultranza del progreso de la civilización, considera que el progreso de la humanidad, es una marcha hacia la conformación de lo verdaderamente humano: la civilización, pero que esta no ha sido igual para todas las sociedades, en este sentido, dirá “cuantos tenemos fe en la mejora y perfección del hombre, del estado social, de la especie humana y de los gobiernos, somos socialistas”. 
Se puede evidenciar en Rafael María Baralt, desde una perspectiva burguesa, su preocupación por el proletariado, e inclusive por la lucha de clase, es ese sentido dirá:
visto de cerca el mundo actual, bajo la forma que le ha dado el gobierno representativo, semeja un vasto campo donde un mismo pueblo se halla dividido en dos pueblos diferentes: uno que posee todos los instrumentos del trabajo, tierra, casas, capitales, derechos, facultades, inteligencia, fuerza, voluntad: otro que nada posee, por que de nada puede hacer uso a su albedrío y cuyas son, como necesidades inseparables de su existencia, la sujeción, la fatiga, la servidumbre, el hambre, en paz, en guerra. Este segundo pueblo mantiene al primero; para él trabaja, y por él sufre: pero, en descuento, por él vive gobernado de padres a hijos con el equitativo imperio que le dan la propiedad y la herencia de las condiciones y los títulos sociales… los dos pueblos de que acabamos de hablar pueden ser por consiguiente clasificados de otro modo: pueblo que hereda la ociosidad; y pueblo de quien es patrimonio el trabajo: pueblo señor y pueblo siervo.

Sin embrago, Baralt, siendo consecuente con su percepción liberal de la democracia y de la sociedad, se interroga, “… la democracia americana, hija legítima del gobierno representativo, su inmediata consecuencia lógica, su efecto necesario, ¿es socialista o comunista?” La respuesta, es negativa, a pesar de reconocer que el comunismo y socialismo tengan buenas intenciones, considera que no representan la democracia por excelencia. 
En este sentido, cuestiona a Guizot, por pretender plantear una estrecha relación entre socialismo y democracia, al respecto señala: “…nuestro desacuerdo fundamental con Guizot consiste en la pretensión que tiene de confundir adrede el socialismo con la democracia. ¡Pretensión tanto más ridícula cuanto que Guizot es demócrata, como es democrático el gobierno representativo cuya historia ha trazado él mismo!”
Mas no es cierto que los socialistas, los comunistas, ni los montañeses funden en el principio de la democracia pura la legitimidad de su sistema; como no es cierto que el socialismo ni la democracia, sea una misma cosa.
Baralt, reconoce que siempre han existido, la lucha de las ideas, de las pasiones y de los intereses, porque hay dos tendencias igualmente legítimas en su principio e igualmente saludables en sus efectos; tendencias naturales, indestructibles, si bien opuestas entre sí, que se disputan el dominio de la sociedad: una es la tendencia a la producción de la desigualdad; otra es la tendencia a la conservación o al restablecimiento de la igualdad de los individuos y siguiendo a Cousin, afirma que: “…Dios, sin embrago, ha dispuesto que en esa lucha eterna entre el bien y el mal triunfe siempre la civilización; porque la civilización jamás será vencida33. Planteamiento un tanto maniqueísta34, a la que llega Baralt, ante esta situación de explotación, miseria y desigualdades que viven los pueblos. A esto Marx, llamó la lucha de clases: entre burgueses y proletariados en El Manifiesto del Partido Comunista. 
Rafael María Baralt, a pesar de reconocer que el comunismo y el socialismo tengan algunas nociones elementales democráticas, sus pretensiones exageradas e ideas erróneas acerca del gobierno y de la sociedad, acerca de la política y de la economía pública; lo hacen ser no democráticos, como no lo es la monarquía, democrática también, porque estos sistemas políticos:
no han ensayado la descentralización administrativa, ni la confederación de intereses provinciales, ni un sistema electoral fundado sobre ideas federativas de esa especie, ni el establecimiento de cuerpos colegisladores que guarden relación con ellas, ni la libertad ilimitada, ni la emancipación de la Iglesia, no otros grandes y fundamentales principios que forman la esencia de la democracia y que son hoy axiomas con que brillante experiencia de la Unión Americana ha enriquecido la ciencia política.
Mientras que el socialismo, siguiendo las ideas anarquistas de Proudhon -a quien considera Baralt su más hábil interprete, y el único hombre de la escuela que en más alto grado posee el espíritu y la índole revolucionaria-, plantea que hay anomalía en la constitución pasada y presente de la sociedad; pretende y prueba que el orden de cosas introducido por la civilización es contradictorio e ineficaz, y que engendra la opresión, la miseria y el crimen. Partiendo de aquí hace esfuerzos por refundir las costumbres y las instituciones; asegura que la economía política es una hipótesis falsa, inventada en provecho del menor contra el mayor número de los vivientes; y aplicando al caso el apotegma “a fructibus cognoscetis”, acaba de demostrar la impotencia y vanidad de la economía política con poner de manifiesto el cuadro de las calamidades humanas, cuya responsabilidad le atribuye. El socialismo afirma, pues, que lo que “debe ser” no existe.” 
De aquí traza una línea de demarcación, Baralt, a la par que visible, hondamente delineada entre la una y la otra escuela. Aquélla –la economía política- se inclina a legitimar y santificar el egoísmo; ésta –el socialismo-, a exaltar el sentimiento de la comunidad; los partidarios de la primera son optimistas en orden a los hechos consumados; los de la segunda, tocante a los hechos que deben realizarse.3   Tratando de solucionar, estas tensiones entre una escuela y otra, Baralt incorporar un tercer sistema, que llama ciencia social, y esta es entendida como:
la razón, entretanto, haciendo uso del raciocinio justificado por la experiencia, nos dice que la ciencia social es el conocimiento especulativo y sistemático… de lo que “es” en todo su vida, en el conjunto de sus manifestaciones sucesivas; y también que debe abrazar el orden completo de la humanidad, no sólo en tal o cual período de su duración… sino en todos sus principios y en la integridad absoluta de su existencia… porque así, y no de otro modo, podremos formar una idea de la realidad viviente y progresiva de la ciencia.”
En este sentido, Baralt, se pregunta: ¿Quién puede dirimir la contienda de estos doctores rivales? Sólo esa misma ciencia social, a la que, como juez competente, apelan ambos; pero es el mal que cada uno de ellos cree y afirma hallarse solo y exclusivamente en posesión de sus verdades. Para este intelectual venezolano, ambas teorías se calumnian y ambas se hacen reos de infidencia a la razón, cuando por una parte los economistas, decorando con el pomposo nombre de ciencia sus retales y andrajos de teorías, se niegan a todo progreso ulterior; y cuando, por otra, rechazan la tradición los socialistas, y aspiran a reconstruir la sociedad sobre bases extravagantes o quiméricas. El socialismo nada puede sin una crítica profunda y un desenvolvimiento incesante de la economía política, pero ésta, a su vez, no es más que un impertinente centón cuando se empeña en patrocinar como ciertos y firmes todos los hechos recogidos y ordenados por Adam Smith, por J. B. Say y por sus sucesores.  
Ante esta situación compleja, Rafael María Baralt, desde la perspectiva de la dialéctica hegeliana, propone que la sociedad debe ser entendida como una marcha que lleva consigo elementos contradictorios y cuyas teorías pudieran existir como antagónicas, por ello, afirma:
Esta marcha de la inteligencia es idéntica y paralela a la de la sociedad; y así, cuando una institución social da nacimiento e imprime desarrollo a la tendencia antisocial que se le opone, semejante discordancia en los hechos produce una institución más compleja en la cual encuentran sitio propio y completa satisfacción las dos tendencias contrarias; si bien sólo en aquel grado y medida que permite el estado de ilustración que alcanza la humanidad por el tiempo en que la conciliación se verifica.

Y más adelante:
Los hechos sociales son, pues, otras tantas tesis y antítesis que buscan la armonía de una síntesis; éste consiste, no en un término medio, en un eclecticismo arbitrario, impalpable, imposible, sino en un tercer principio, en una ley superior que, sin excluir los contrarios, los ponga de acuerdo absorbiéndolos, por decirlo así, a uno y otro en una fórmula compleja y absoluta.

En este sentido, no hay progreso sin movimiento, y éste lleva consigo necesariamente la dislocación de muchos objetos y la modificación de grandes intereses sociales. 
A pesar de no considerar al socialismo como un sistema democrático, Baralt, reconoce una serie de características, que a nuestro juicio, confirman el carácter democrático que representa el socialismo como sistema político alternativo al liberalismo, en tal sentido, destaca:
Las discusiones que ciertas escuelas socialistas han suscitado en orden a la comunidad de trabajo y de bienes, y tocante a la intervención del Estado en el comercio y en la industria, el número mayor y casi la totalidad de sus hombres de luces y valía admite y confiesa estar de acuerdo en sostener como principios eternos suyos la familia, la herencia, la libertad individual, la libertad del trabajo y la afirmación del ser supremo. Estos principios, como axiomas sociales; la soberanía del pueblo, el voto, o como ahora se dice, sufragio universal, y la unidad del poder público, como axiomas políticos, forman la base de la escuela socialista, y el punto de partida de su sistema práctico de gobierno; por más que algunos espíritus especulativos y controversistas hayan arrojado a la arena del público debate las ardientes cuestiones que tan mala suerte y no pocos sinsabores han acarreado a sus adeptos, justificando hasta cierto punto el ostracismo que, en el sentir de muchos le coloca fuera de la comunión del género humano.
El socialismo es la “protesta” contra las instituciones viciadas de elementos individualistas, burgueses, explotadora, clasista y mercantilista. Para Baralt, los grandes reformadores de la humanidad han sido socialistas, y señala que la misma religión cristiana, más que ninguna otra fue utópica y socialista en su principio.
Para Baralt, al referirse al utopismo de estos dos planteamientos –del liberalismo y del socialismo-, señala que proviene de su naturaleza misma “una que lo quiere todo para el individuo y por el individuo, que puede decirse “economismo”: otra que lo quiere todo para la sociedad y por la sociedad, y que se llama comunismo”.
En este marco de ideas, Baralt, avanzando cada vez más por el camino de la crítica “neutral”; afirma que el socialismo no tiene valor sino como protesta para abolir la utopía oficial; y que, una vez obtenida semejante abolición, conviene detenerse a fin de dejar a la libertad el cuidado y el derecho de avanzar al paso que le señalen sus propias leyes, el estado de la sociedad y el espíritu de los tiempo. 
El socialismo señala que todo sistema económico tiene por fundamento la hipótesis, ficción, utopía, o como quiera llamársele, de la “productividad” del capital; la mitad de los productos sociales pasa, con los nombres de “renta, arriendo, alquiler, intereses, beneficio, agiotaje” y otros, de las manos de los trabajadores a los capitalistas, hacendado y propietarios los cuales, como dice J. B. Say, producen con su instrumento propio y su resultado natural y preciso la desigualdad de condiciones y de bienes; la división de la sociedad en dos clases enemigas: entre quienes tienen el exceso de los productos y la servidumbre de la clase más numerosa de la sociedad, que se constituyen en miseria.   El socialismo del siglo XIX, siguiendo a Baralt, tiene como característica, la asociación fraternal de los particulares y la intervención tutelar del Estado, inspirada en la esencia de lo verdaderamente humano, su búsqueda del bien y la felicidad.
Para Rafael María Baralt, nunca será demasiado, ni aun suficiente, cuanto se diga para protestar contra estas dos funestas tendencias de los ánimos; el liberalismo, que adormece a la sociedad en el regazo de un optimismo engañador cuyo término es la inmovilidad rodeada de peligros: el socialismo, que presume hacer retrogradar la sociedad y capitular la revolución y el espíritu humano.

conclusión.

El pensamiento liberal nace con un afán expansivo y desde sus inicios, lo que se acentúa en sus expresiones actuales, intenta imponer sus versiones y reglas de interpretación de la realidad, se acuñan conceptos e ideas que se convierten en estereotipos dañinos para la práctica social. Tal ocurre con el concepto de libertad, ejes centrales del debate contemporáneo que guarda estrecha relación con la democracia y derechos humanos. El liberalismo, es el antecedente inmediato, del sistema capitalista, que se basa en la propiedad privada, fomentada en la primacía del individuo con respecto a la sociedad o colectividad y hace valer los intereses personales, pasándoles muchas veces como benefactores de los intereses colectivos.
La libertad, que propone el sentido burgués, es el reconocimiento del hombre como sujeto de derecho definido por la propiedad, la retórica de la libertad disfraza las relaciones de dominación real que existen en la sociedad burguesa. En nombre de la libertad se amplían las desigualdades sociales, los ricos incrementan su riqueza, en tanto aumenta el número de personas que viven por debajo de los índice de la pobreza, que no tienen cubierta sus necesidades básicas. Por ende, la libertad porta un contenido clasista y político.
En el socialismo se aspira a que el individuo se desarrolle y que sus intereses fundamentales armonicen con los de la sociedad. Donde el proceso de individuación tenga sus bases en la colectividad y no en la propiedad privada. Para nosotros, la libertad condiciona a la justicia, a la vez la justicia condiciona la libertad, en el sentido de que no puede haber libertad sin justicia e igualdad de posibilidades.El socialismo utópico, planteó la reivindicación de la igualdad humana, la fraternidad universal, el desarrollo libre de la individualidad, la creencia en el progreso, la idea de la perfectibilidad de la humanidad, todo estaba, de una u otra forma, en el pensamiento de la generación pos independentista.
El pensamiento político de Rafael María Baralt, se inscribe en esta discusión de vieja data, sus reflexiones representan una importante contribución al pensamiento filosófico latinoamericano. Su obra, sigue siendo una referencia obligatoria, para todo aquél que esté interesado en conocer nuestro pasado y reconstruir la historia de las ideas en Venezuela.
A pesar, de estar influenciado por los socialistas utópicos y los anarquistas, el socialismo con el que Baralt se identificó fue el de los cambios graduales o un socialismo reformista. Apostando a la construcción de una sociedad más justa sin la mediación de la fuerza o estallido social, no se mostró partidario de la lucha de clases, aunque consideraba de vital importancia la igualdad de derechos entre éstas, esto lo aleja del marxismo y del socialismo científico, y lo acerca más a los liberales progresistas. Su pensamiento no dejó de ser liberal. Desde ahí buscó dar respuestas a los problemas que caracterizaban a las sociedades americanas y europeas, especialmente reflexionó sobre los problemas políticos y sociales. Sus reflexiones sobre política, y las ideas que desarrolla entre el liberalismo y el socialismo, lo hacen ser uno de los precursores de estas corrientes en Venezuela, creador de una nueva interpretación de la historia venezolana, enraizado en el acontecer de nuestra cultura desde los intereses de la clase burguesa. Es eso lo que se comprende de sus obras, se capta el sentido de su elaboración teórica en el conjunto de circunstancias sociales e intelectuales del momento en que se gestaron. Por ello, sus argumentos representan una nueva posibilidad política para la clase que él representa y hay que entenderlo desde el contexto histórico-político de la época.La obra de Rafael María Baralt, está por ser reinterpretada, pocos estudiosos consideran su legado, hoy cuando la humanidad se debate entre la vida y la muerte, entre la guerra y la paz, entre la contaminación ambiental y la armonía de la naturaleza, entre el neoliberalismo y las alternativas a ese modelo, se hace necesario analizar los postulados políticos de nuestros más insignes intelectuales.

LIBERALISMO V/S SOCIALISMO.


Si bien muchos saben que el liberalismo tiene sus bases en la modernidad y el discurso humanista del hombre de esa época, también esta lo que podríamos llamar la contraparte de esta ideología, que es el socialismo, entonces si el liberalismo es origen de la modernidad el estado o país del siglo XIX mas lógico en adoptar esta ideología era Inglaterra, en donde la modernidad llego primero, en donde la revolución se formo primero y en donde según Engels el socialismo utópico nació. En Inglaterra el capitalismo ya estaba consolidado gracias a tempranas revoluciones, a su monarquía constitucional, al esfuerzo de la burguesía y eso daba a que entonces el liberalismo se encontrara a flor de piel en el siglo XIX, pero no era la única nueva corriente ideológica ( y económica) existente, pues también estaba el socialismo, si bien esta nace o evoluciona gracias a la revolución francesa las dos tienen cosa en común. El liberalismo del siglo XIX en Inglaterra tienen sus influencias en los grandes pensadores ilustrados. El socialismo que se dio en Inglaterra se denomino “socialismo utópico”, es decir un socialismo de carácter practico, diferente al socialismo francés. Se podría decir que uno de los factores del surgimiento del liberalismo en Inglaterra estuvo ligado al individualismo religioso, claro pues esto es probable, ya que el deseo de libertad y amor hacia la humanidad, es decir de completas libertades que se fundamentan en ideas religiosas de la Inglaterra del siglo XIX, y esto se completaba con las ideas de los liberalistas económicos, ya que ellos pregonaban firmemente el que el estado no tuviera el poder absoluto. En tanto el socialismo se perfilaba como una ideología nacida de los cambios sociales, del desarrollo del capitalismo burgués pero su máxima es y será una ideología nacida por la lucha de clases, aunque muchos digan que no es la negación del capitalismo, pero se comporta como tal ya que no acepta las ideas capitalistas o mercantilistas, esta ideología se fortalece en una revolución popular, como la Revolución Francesa o la revolución de “la comuna de Paris”, que paradójicamente la primera estuvo comandad y liderada por burgueses, pero con la ideología de los ilustrados, y esos burgueses eran capitalistas de la época que buscaban libertades económicas mas que reivindicar el sentir del proletariado, y a todo esto la única y verdadera revolución fue el de “la comuna de Paris”. Si bien el liberalismo tiene diferentes expresiones y subgéneros dentro del mundo occidental, el liberalismo ingles apunta netamente a las libertades económicas como prioridad, en cambio el socialismo del siglo diecinueve, que por cierto no se conocía como socialismo utópico, apuntaba a la insurrección de las masas, la reivindicación de la clase trabajadora y la lucha de clases. En muchas explicaciones las ideas llamadas socialistas, que buscaban la igualdad de condiciones para todos los hombres, no eran nuevas para ese entonces. Su origen se remontaba al mundo de los pensadores griegos, especialmente a la obra de Platón, y a autores del siglo XV que plantearon teóricamente esa posibilidad como Tomas Moro en La utopía, entre otros. Muchas de tales ideas fueron retomadas por la ilustración.
Uno de sus principales representantes fue el empresario Robert Owen, una excepción para esa época. Rico, empresario, duelo de fábricas, creía en la bondad del hombre y en el medio ambiente. Por eso se dedicó a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus obreros, creó escuelas y sistemas de salubridad, disminuyó el consumo de alcohol, moderó el trabajo infantil y mantuvo salarios altos. Como socialista utópico se opuso radicalmente al individualismo, al que consideró fuente del mal social. Con su fortuna intentó hacer experimentos aún más radicales teniendo en cuenta sus éxitos iniciales: creó cooperativas, introdujo el trabajo social y fue el padre de la legislación industrial. En tanto Marx deduce la inevitabilidad de la trasformación de la sociedad capitalista en socialista única y exclusivamente de la ley económica del desarrollo de la sociedad moderna. “El socialismo es, para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el mundo”. En esta frase de Engels el trata de demostrar parte de su concepto de socialismo, dejando invalidadas las demás ideologías. Podemos explicar que el socialismo utópico es un socialismo de ideales, mas bien soñador para mi parecer y un poco alejado de la realidad y muy diferente al ideal del liberalismo que como doctrina política deriva del racionalismo del siglo XVIII, se opone al yugo arbitrario, preconiza la búsqueda de la verdad por parte del individuo sin ningún tipo de trabas, sino mediante el diálogo y la confrontación de los pareceres, dentro de un clima de tolerancia, de libertad y de fe en el progreso y su característica fundamental es el deseo de querer resolverlo todo mediante la aplicación de unos principios que son abstractos y mediante la aplicación de los derechos de los ciudadanos y del pueblo. El socialismo en si es una ideología basada en el principio de una sociedad que se basa en la unión popular y el control de los poderes estatales, sin mencionar libertades, pero cargadamente influenciado por las clases de los trabajadores que se organizan, a eso nacen variadas formas de socialismo como el utópico. BIBLIOGRAFIA 1- Engels, Federico “DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL SOCIALISMO CIENTÍFICO , 1ª edición, 1998 Barcelona Editorial Debarris.






VIII. Unidad Edad Contemporanea ( II Parte)



El Pensamiento Liberal y  Socialista

Como ya vimos, la primera mitad del siglo XIX es una etapa de intensa lucha entre las nacientes burguesías europeas contra la nobleza (excepto de Inglaterra) por el control del poder político, residía desde hacia mucho en manos de la burguesía. Recuérdese que el congreso de Viena no solo rehízo el mapa europeo, sino que restauro en el gobierno de los estados a las antiguas monarquías (la mayoría se hicieron constitucionales), sin embargo, en el plano económico con el
desarrollo de la industria y el comercio, era imposible retroceder a la economía feudal mercantilista.

El desarrollo económico que genero la revolución industrial creo dos nuevas clases sociales antagónicas: la burguesía y el proletariado. La burguesía justificaba su existencia y la del nuevo sistema capitalista de la Ideología Liberal que pregonaba en lo político el acceso al poder de los capitalistas en repúblicas burguesas en los económico la libertad capitalista de contratar obreros, de invertir en empresas, de poner precios según las leyes de oferta y demanda, de comerciar interna e internacionalmente, etc.

De acuerdo a la ideología liberal, el capitalismo era el máximo estadio de la humanidad y solo el era capaz de hacer circular la riqueza entre toda la población a través de la ganancia capitalista y los salarios. El estado debía dejar que la sociedad funcionara bajo la dirección de la empresa privada e intervenir o disuadir cualquier amenaza externa.

Los triunfos que los capitalistas iban teniendo en esta época en lo político, la ciencia y la industria tenían, sin embargo, un lado oscuro: la miseria creciente de la masa obrera europea. El de salarios miserables (por el gran desempleo y la ausencia de un marco legal que regulara el sistema laboral) y que los capitalistas explotaran bárbaramente a los obreros
con jornadas de trabajo de 13 y 16 horas diarias. No existían hospitales públicos, ni educación gratuita como en la actualidad, tampoco tenían los obreros derechos a vacaciones, ni a días festivos, las mujeres y niños trabajan por igual, viviendo estos ejércitos obreros en tugurios marginales y antihigiénicos (como en los actuales países subdesarrollados).

Esta situación de bárbara explotación llevo a los obreros a rebelarse en distintos países europeos a través de huelgas y en los casos más extremos a través de huelgas y en los casos mas extremos a través de revoluciones sociales (1830, 1848) exigiendo a los capitalistas y a las monarquías humanizar la situación obrera. Estos hechos llevaron a varios pensadores europeos a proponer diversa explicaciones y soluciones.

Algunos defendieron el nuevo orden capitalista (Augusto Comte.) y otros concibieron una sociedad diferente, igualitaria y sin explotación por lo que se les llamo Socialistas. Los socialistas por su parte se clasifican en utópicos, científicos (marxistas) y democráticos o revisionistas (del marxismo).

Los Socialistas Utópicos: podemos incluir al conde francés de Saint-Simón; Francisco Fourier; el ingles Robert Owen, padre del cooperativismo. Eran todos de clase alta comparecidos de la situación obrera. Apelaron a la solidaridad de los demás
capitalista con los obreros compartieron sus ganancias con ellos de manera justa. Ellos mismos llegaron a realizar experimentos de comunidades socialistas.

El ingenuo llamado que en sus escritos hicieron a los capitalistas para compartir sus riquezas es la causa de que se les denomine utópicos. Otras corrientes socialistas mas pragmática surgió del estudio y experiencia política en la sociedad capitalista de los alemanes Carlos Marx y Federico Engels. Se denomina a esta corriente Socialismo Científico o Marxismo. Carlos Marx

Marx propuso la necesidad que tenia la clase obrera por superar la orden capitalista basada en la propiedad privada capitalista de los medios de producción y la explotación del trabajo asalariado de la clase obrera en forma brutal.

Para Marx el sistema capitalista estaba condenado a desaparecer por la contradicción que existía entre una enorme masa de obreros explotados productores de la riqueza social y una minoría de capitalistas que se apropiaban de esa riqueza social y una minoría de capitalistas que se apropiaban de esa riqueza amparados en su propiedad de los medios de los medios de producción y la protección de un estado y policía- ejercito controlados igualmente por la clase burguesa.

La destrucción de ese orden no seria responsabilidad de la burguesía, si no de la clase obrera que era el sector a quien dicho orden afectaba.

La revolución social el medio a través de la cual se distribuía el orden capitalista desplazando a los burgueses del gobierno y socializar los medios de producción. Es decir que productores, dueños de las tierras, fabricas y de mas de medios de producción instaurando de esa forma una sociedad mas justa y democrática.

Los estudios que hizo Marx sobre la sociedad capitalista se encuentran en una variedad de obras de las cuales la mas importantes es El capital, en cuyas mas de 3 mil paginas (inconclusa por su muerte en 1883), se analizan las principales debilidades y contradicciones del capitalismo en siglo XIX.

El socialismo Marxista, sin embargo no tuvo gran acogida entre las masas obreras e intelectuales de la Europa de ese siglo. Más aceptación tuvieron los ensayos de Eduardo Bernstein (también alemán) quien a través del llamado socialismo democrático, critico a Marx pues opinaba que la situación europea a necesitándose una revolución violenta para humanizar la vida de los obreros y que mas bien, dentro del mismo sistema, sin destruirlo, podían darse esos cambios pues ya estaban legalizados los partidos políticos obreros para acceder al poder.


Guillermo Varela Osorio: “Historia de la Cultura” Edición Lic. Atilio Varela Baca, Imprenta Douglas, Enero 2008.

LIBERALISMO Y SOCIALISMO

En el siglo XVIII surgieron nuevas formas de pensar la vida social. Esas reflexiones influyeron de manera decisiva en las formas de concebir y realizar la actividad política y, en consecuencia, modificaron las relaciones entre el poder político y la sociedad a lo largo del siglo XIX.
Entre esas nuevas formas de pensar cabe destacar el liberalismo, una concepción de la sociedad que privilegia la libertad del individuo frente al Estado y la sociedad. Considera que para ser plenamente libre, el individuo debe gozar y disponer libremente de sus bienes, por lo tanto, consagra a la propiedad privada como un derecho fundamental y un principio que debe garantizar el sistema político y económico. El liberalismo considera a la sociedad como una asociación de individuos libres y, al Estado, como la entidad que debe garantizar el ejercicio de esa libertad individual. Por ello, proclamó algunos principios básicos, como la libertad de cultos y la de expresión, la libertad de comerciar y la de asociarse, la libertad de enseñar y la de aprender. Todos ellos, característicos de un nuevo orden social, el capitalismo. Los principios liberales se convirtieron en herramientas importantes para organizar la mayor parte de los regímenes políticos contemporáneos.
Pero el liberalismo empezó a ser cuestionado a raíz de las transformaciones sociales y económicas que se producían a medida que se expandía la sociedad capitalista. Un nuevo conjunto de ideas y creencias políticas, el socialismo, empezó a tomar vigor, a partir de 1848, en buena parte de los países europeos. Si el liberalismo hizo hincapié en la libertad, el socialismo lo hizo sobre la igualdad de los individuos, en un sentido diferente a la igualdad ante la ley que postulaban los liberales.
Las ideas y creencias socialistas fueron las banderas que enarbolaron los trabajadores en casi todo el mundo, y así consiguieron leyes sociales, condiciones materiales de vida mejores que las del siglo XIX. También el socialismo tuvo su expresión en los partidos que llevaron su nombre y que buscaron instalar, desde los gobiernos democráticos, discusiones que permitieran obtener leyes favorables para los obreros.

LIBERALISMO POLÍTICO Y ECONÓMICO 
 

Las revoluciones burguesas en Europa, al destruir el Antiguo Régimen, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominaron Estado liberal, y la ideología que sustentaba estos regímenes burgueses es lo que se ha dado en llamar liberalismo: liberalismo político y económico.
Liberalismo político significaba respeto a las libertades ciudadanas e individuales(libertad de expresión, de asociación, de reunión); existencia de una Constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernante, separación de poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- para evitar cualquier tiranía; y derecho al voto, bien como sufragio universa, aunque en este último caso más que de liberalismo político habría que hablar de democracia.
Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía dominante y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial. Desde el punto de vista de la práctica, el liberalismo económico significó la no intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales. A nivel técnico supuso, además, un intento de explicar racionalmente y justificar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias : el gran capitalismo y la miseria de la clase trabajadora.
La alta burguesía europea, cada día más poderosa y rica, con el poder político ya firmemente asido, veía con inquietud cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa proletaria, también cada día más espantosamente pobre. Necesitaba, por tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina la encontró en dos pensadores ingleses. Adam Smith (1723-1790) y Thomas R. Malthus (1766-1834), que pasaron así a se los pilares ideológicos del liberalismo económico.
Smith pensaba que todo el sistema económico debía estr basado en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley ; los precios y los salarios se fijarían por sí solos, sin necesidad de intervención alguna del Estado. Y ello, entendía, no podía ser de otro modo, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre , al actuar buscando su propio beneficio, provocaba el enriquecimiento de la sociedad.
Malthus partía del supuesto de que , mientras el aumento creciente de población seguía una proporción geométrica, la generación de riquezas y alimentos sólo crecía aritméticamente. Resultaba por ello inevitable que, de no ponerse remedio, el mundo se hundiría en la pobreza. Ese remedio no podía ser otro que el control de natalidad en los obreros, y que estos quedasen abandonados a su suerte, para que así su número disminuyese.
En resumen, tanto Malthus como Smith lo que estaban pidiendo era la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económica. Y eso fue lo que ocurrió: el Estado burgués europeo del siglo XIX se limitó a garantizar el orden público en el interior de sus fronteras, renunciando a cualquier tipo de política social, de justicia redistributiva y de intervención de la economía. Nada mejor para los grandes capitalistas, que quedaron con las manos libres para enriquecerse al máximo. La riqueza se convirtió en una virtud, los clérigos, desde el púlpito, presentaban la pobreza como una consecuencia del vicio y el pecado, con lo cual estaban justificando de hecho su existencia.
Frente a este Estado liberal y en esta sociedad burguesa, el proletariado se encontró indefenso. Por ello, su lucha por la vida y por los derechos que se les negaban tenía que convertirse necesariamente en una lucha contra el liberalismo económico y la burguesía capitalista.

EL SURGIMIENTO DE LAS ORGANIZACIONES OBRERAS

Las malas condiciones de trabajo generaron críticas y actitudes reformistas. En los inicios de la Revolución Industrial sólo hubo una reacción por parte de los obreros, que pensaron que las máquinas eran las culpables de su situación y organizaron motines para destruirlas. Percibían a las maquinarias como competidoras, que por una parte quitaban puestos de trabajo para los obreros y por otra prolongaban la jornada laboral. Con el correr de los años los obreros atribuyeron otras causas a sus problemas y se organizaron sindicatos y asociaciones en procura de mejores condiciones laborales y de vida.Los primeros sindicatos surgieron en Inglaterra, el país pionero dela Revolución Industrial. En un principio, eran agrupaciones ilegales, ya que por una antigua tradición estaba prohibida la asociación de trabajadores. Posteriormente, lograron que se les concediera la legalidad. Los trabajadores ingleses organizados en las Trade Unions (Organizaciones sindicales de Inglaterra) reclamaban la participación política y reivindicaciones laborales, , reducción de la jornada e incrementos salariales.
Durante la primera mitad del siglo XIX, en Inglaterra se desató el movimiento carlista, iniciado en 1836 cuando la Asociación del Trabajo, publicó la Carta del Pueblo. Su propuesta política fundamental era el establecimiento del sufragio universal y el derecho de la clase obrera de acceder al Parlamento. El movimiento se manifestaba además con mitines, conferencias y huelgas organizadas por los trabajadores. Aunque estas manifestaciones fueron reprimidas, se lograron algunos de los reclamos: el gobierno dispuso la reducción de la jornada laboral a 10 horas.
Los adelantos del movimiento obrero en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX brindaron a los trabajadores europeos un modelo para su accionar , especialmente en Francia y en Alemania.
En 1864 tuvo lugar un acontecimiento relevante para el movimiento obrero europeo: la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores, cuya primera reunión se realizó en Londres. El movimiento estaba integrado inicialmente por obreros de Inglaterra y de Francia y por algunos exiliados de otras regiones de Europa (polacos, alemanes, italianos, suizos) que residían en Londres. La actividad de la Asociación creció paulatinamente y alcanzó a tener filiales en otros países. En Francia, la ciudad de París se convirtió en el centro más activo de la Asociación. La Primera Internacional se mantuvo hasta 1876. A fines del siglo XIX se organizó la Segunda Asociación Internacional de los trabajadores.

LAS CORRIENTES POLÍTICAS DEL MOVIMIENTO OBRERO

Los primeros pensadores que criticaron las injusticias de la sociedad burguesa y reivindicaron los derechos de los trabajadores se pueden rastrear en la Revolución Francesa. Ya por entonces, el planteo era que la sociedad no debía garantizar solamente la igualdad de oportunidades sino también la igualdad de resultados, es decir que no sólo debía haber igualdad política y jurídica sino también igualdad económica.
La Revolución Industrial por su parte, modificó las relaciones sociales con la consolidación de la burguesía( los empresarios) y el proletariado (los asalariados) generando una gran explotación de los primeros sobre los segundos. En esta época de importantes modificaciones económicas y sociales, surgieron pensadores que idearon nuevos sistemas para superar los problemas que presentaba el capitalismo o para reemplazarlo por sistemas diferentes. En 1832 la prensa francesa publicó por primera vez la palabra socialismo, los partidarios del socialismo eran los que ponían el acento en el aspecto comunitario delas relaciones humanas frente a quienes exaltaban los principios individuales. En general abogaban por la abolición de las clases sociales, de la propiedad privada y de la pobreza. La historia del pensamiento socialista se entrecruza con la historia del movimiento obrero por ser una ideología que aspiraba a representar en gran parte los intereses de los trabajadores.
No obstante, el movimiento socialista englobaba a personas con opiniones diferentes, tanto en cuestiones políticas como económicas. Durante el siglo XIX estas tendencias divergentes estuvieron representadas fundamentalmente por tres tipos de socialismo: utópico, marxista o científico y anarquista.


EL SOCIALISMO UTÓPICO: FOURIER, SAINT- SIMON Y OWEN

Los seguidores de los pensadores franceses Saint- Simon y Fourier y el del inglés Roberto Owen fueron quienes recibieron primero el nombre de socialistas, porque la cuestión social era fundamental en su pensamiento. Coincidían en proponer la cooperación entre los seres humanos para obtener los medios de subsistencia, en lugar de lograrla mediante la competencia defendida por el liberalismo. Eran partidarios de la organización económica para lograr el bienestar pues desconfiaban de las leyes naturales del mercado.
Se presentaban como defensores de los derechos de los trabajadores pero no creían que necesariamente el proletariado y la burguesía tendrían que enfrentarse para llevar a cabo sus respectivos proyectos. Estos pensadores socialistas recibieron el nombre de utópicos porque presentaban al socialismo como una aspiración para lograr la mejor sociedad posible pero sin especificar los métodos para concretarla. En cierto modo esta calificación encerraba una crítica por parte de quienes consideraban sus teorías como positivas pero irrealizables.
En esos años también surgieron conspiradores que organizaban revueltas y motines para protestar por las condiciones de vida de los trabajadores.


EL SOCIALISMO CIENTÍFICO: MARX Y ENGELS

Los sucesos del 48 marcaron la aparición del movimiento obrero. Aunque en muchos casos se trataba de artesanos y jornaleros, su presencia diferenciada se hizo sentir por primera vez en estos acontecimientos. Fue este un momento de gran renovación de ideas y de dirigentes y los protagonistas fundamentales del movimiento obrero de las décadas posteriores tuvieron su bautismo de fuego en las barricadas de la Revolución del 48. Muchos trabajadores e intelectuales se reunían en grupos en los que a menudo participaban activistas de diferentes países. Entre esos grupos se encontraba la Liga de los Justos, que había tenido su origen en Alemania y en la que militaban dos jóvenes intelectuales alemanes: Karl Marx y Friedrich Engels. En 1848 la Liga cambió su nombre por el de Liga de los Comunistas encargando a Marx y Engels la redacción de un programa político que se llamó Manifiesto Comunista. Puede considerarse que este fue el texto fundacional del pensamiento socialista moderno, que para diferenciarse del anterior, comenzó a llamarse "socialismo científico". Posteriormente , Marx encararía una tarea de análisis crítico de la sociedad capitalista en su obra principal El Capital.
Entre los puntos de partida fundamentales se encuentran el materialismo histórico. Según esta teoría, la historia y la evolución de la humanidad están determinadas por el juego de las fuerzas económicas. En este sentido, cada etapa del proceso productivo, cada modo de producción (esclavista, feudal o capitalista) entrará en colisión con las nuevas relaciones surgidas de su propio interior generándose cambios de sistemas. Marx sostuvo que le capitalismo era uno de los tantos "modos de producción" que los hombres habían creado a lo largo de la historia, como resultado de las relaciones sociales que establecían entre sí. Esta idea era revolucionaria porque permitía pensar la historia como una sucesión "progresiva" de formaciones sociales que cambiaban constantemente. La teoría marxista de la historia planteaba que la sociedad capitalista se derrumbaría de manera inevitable. Marx argumentaba que la burguesía, para poder seguir acumulando capitales, aunque no se lo propusiera, la burguesía ayudaba a crear una clase social de desposeídos (el proletariado industrial), que se transformaría en la fuerza social que destruiría el capitalismo. Según Marx y Engels, las distintas sociedades existentes a lo largo de la historia siempre se han caracterizado por la presencia de grupos humanos (las clases sociales) enfrentados entre sí. El capitalismo, con todo el avance que significó en cuanto a la destrucción de los privilegios feudales y el impulso que dio el progreso tecnológico y científico, instauró una forma de sociedad caracterizada por la lucha entre los burgueses y los trabajadores( a quienes Marx y Engels también llamaban proletarios). Según la teoría de estos pensadores, la riqueza de la sociedad capitalista es un producto del trabajo humano y los capitalistas o burgueses, que son los dueños de las fábricas, las máquinas y la tierra, explotan a los trabajadores al no retribuirles el total de su trabajo sino sólo una parte de él, el salario. La diferencia entre lo que los capitalistas pagan y el valor del trabajo realizado es lo que Marx y Engels llamaron plusvalía que es tomada como propia por los capitalistas y constituye el origen de la riqueza. Para ellos la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado llevaría al triunfo del segundo, y tras ese triunfo sobrevendría una sociedad en la que el poder sería ejercido por los trabajadores, que eliminarían las desigualdades económicas existentes entre los hombres. La lucha de clases era para Marx el "motor de la historia".
El socialismo científico o marxismo se convertiría en una de las corrientes fundamentales del movimiento obrero, tanto del siglo XIX como del siglo XX. Fue la fuente de inspiración para la revolución rusa de 1917 que fundó el comunismo moderno, logrando también gran aceptación en Alemania y en menor medida en Francia, donde se enfrentó con los ideales anarquistas.



EL ANARQUISMO

Los anarquistas proponían un modelo social basado en la libertad, que tendría como principal característica la total igualdad de los hombres. En la anarquía o sociedad libertaria se suprimiría el concepto de autoridad de unos hombres sobre otros. El libre acuerdo fundamentaría la nueva relación social. Para alcanzar esta nueva sociedad consideraban necesario el cumplimiento de una serie de postulados políticos, económicos, sociales y morales. Entre ellos: la abolición del Estado y de todo poder que proclame leyes, la anulación dela propiedad privada, la organización de la vida social por obra de libres asociaciones o federaciones de productores y consumidores. Esta concepción del anarquismo parece estar relacionada con los orígenes de su ideología : el fervor por el logro de la " sociedad de productores libres" podría representar la defensa de los artesanos frente a la concentración impuesta por la industrialización . Por eso en un principio las ideas anarquistas tuvieron mayor éxito en los países como Francia, España o Italia, donde el industrialismo no se había desarrollado completamente. Las ideas del anarquista José Proudhon(1809-1865), defensor de los pequeños productores, tuvieron muchos seguidores entre las asociaciones de artesanos franceses, especialmente en Paris. En esta línea de pensamiento se destacó también el ruso Miguel Bakunin quien postulaba que los trabajadores debían abstenerse de participar en las luchas políticas parlamentarias y mediante la adopción de "métodos de acción directa" 8huelgas, levantamientos armados, etc.) debían prepararse para llevar a cabo la "Revolución Social" (la eliminación brusca de la sociedad burguesa y la instauración de la sociedad sin clases ni derecho de propiedad)

. Liberalismo y socialismo en Rafael María Baralt. Johan Méndez Reyes


Liberalismo y socialismo en Rafael María Baralt


Johan Méndez Reyes




En la primera mitad del siglo XIX el pensamiento filosófico desarrollado en Venezuela asumió una forma específica de incorporación y recepción innovadora de sus fuentes europeas, especialmente del liberalismo, conservadurismo, socialismo utópico, anarquismo, romanticismo e inclusive del positivismo. La obra de Rafael María Baralt (1810-1860), se inscribe en esta tendencia, a pesar que se evidencie su gran afinidad con el liberalismo, no fue sólo un apasionado defensor y justificador del liberalismo político, sino que se “aventuró a seguirlo en sus conexiones con las doctrinas más radicales de la época, topándose en algunos momentos con el marxismo.”2
Si bien es cierto que “Baralt, no llegó a ser marxista ni comunista propiamente dicho, no obstante ya circulaba en 1848 el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, no trascendió de un liberalismo avanzado que incursionó en debates entre el socialismo, desde los planteamientos de Proudhon hasta los del historiador francés Guizot”3
El acercamiento que tiene Baralt, en relación al socialismo, se puede considerar como ligero y sutil, convirtiéndose en un analista político –como dice Pulgar- pero con entera autonomía intelectual, desde convicciones cristianas y arriesgando posiciones en un medio de los más atrasados de Europa que era España.4
Para Augusto Mijares, Baralt puede ser considerado un socialista burgués, debido a su interpretación de la historia al considerar que “… la revolución –afirma Baralt- hecha por el estado llano remachó las cadenas del proletariado, apreciación que separa agresivamente las dos clases…”5
Mientras que para Ramón Díaz Sánchez, Rafael María Baralt, puede ser considerado como un liberal progresista “o lo que es lo mismo, hombre de izquierda…”6
El presente trabajo no pretende demostrar que Rafael María Baralt, fue un socialista o que desarrolló una continuidad teórica con el socialismo utópico. Por el contrario, asumimos que el pensamiento de este intelectual venezolano se mueve dentro de la doctrina del liberalismo y de la clase burguesa, pero que se preocupó por revisar algunos postulados del socialismo, hasta el punto de compararlo con los fundamentos liberales, desarrollando una interesante disputa entre la postura socialista y la liberal. Convirtiendo en uno de los iniciadores de este debate en Venezuela. Situar la obra de Rafael María Baralt desde su interés de clase burguesa7, no debe ser sinónimo de un determinismo para evaluar su obra, sino que por el contrario, es una lógica que permite comprender los modos y las condiciones reales de posibilidad de su pensamiento en la historia venezolana.
En este sentido, se analizará, desde una metodología hermenéutica, las reflexiones que este pensador venezolano desarrolla en relación al liberalismo y al socialismo, haciendo uso de la sistematización y la interpretación de su obra, así como de otros materiales bibliográficos consultados, especialmente se trabajará con su obra Programas políticos.8 En este texto, Baralt plantea los postulados de la democracia, liberalismo, socialismo, entre otros temas políticos, también estudia a pensadores de la talla de Guizot, Proudhon, Tocqueville, entre otros autores europeos, que recogen su preocupación por la situación política, social y cultural en la se encontraban la sociedad americana y europea.

Liberalismo
En el pensamiento político de Rafael María Baralt, es indispensable tomar en cuenta su concepto de democracia9 y su postura crítica a la “idolatría de la democracia”10, en él, además de resaltar los valores de la democracia liberal, destaca algunas experiencias negativas de tipo socialista11, a pesar de reconocer que la democracia puede estar íntimamente asociada al socialismo.
Las ideas del siglo XIX de la historia de Europa son tributarias de los conceptos políticos ilustrados. Ideas inspiradora de la revolución de independentista de las colonias americanas (1776) primero, y la Revolución francesa (1789) después, propiciaron el constitucionalismo liberal decimonónico, a través del cual van a influir en todas las corrientes políticas de la época. Estructurándose en una amplia Zona de transición entre lo que se llamó el Antiguo Régimen y el Estado liberal; entre una sociedad estamental y una clasita, donde la guerra y la revolución son, simultáneamente, fenómenos vividos por los pueblos europeos y latinoamericanos posteriormente.
En tal sentido, el planteamiento de la democracia de Rafael María Baralt, se inserta en esta discusión contextual. Para él, la democracia, es entendida como aquella que propone establecer como máxima, la felicidad de todo los hombres, como derecho esencial para la buena vida, este derecho, señala Baralt, depende, “…según las facultades que han recibido de la naturaleza, y según también el mérito de sus obras; de donde se deduce que la sociedad, teatro donde el hombre busca y alcanza esa felicidad, lejos de poner embarazos al desarrollo de sus facultades y a la adquisición de los medios que tiene que emplear para obtenerla, debe facilitar y promover su desenvolvimiento y aumento.”12 Por ello, la democracia es una idea natural, humana, providencial y divina, que se desenvuelve en la historia procurando la igualdad de condiciones y el bienestar de las clases sociales.
Baralt, claramente influenciado por el liberalismo del siglo XIX, considera que la democracia propuesta por Montesquieu, Adam Smith, Tocqueville, entre otros, no propone en absoluto la expropiación de bienes, como si lo hace el comunismo y el socialismo. La democracia, que defiende Baralt, por el contrario, es la que se fundamenta en el respeto de la propiedad privada, en la acumulación de riqueza y en los valores del individualismo, en tal sentido, afirma que:
La democracia no proclama ni sostiene la expropiación de bienes. Su principio fundamental económico es la desvinculación: y esta es una ley en Francia, así como en otras muchas naciones civilizadas. Respecto a la propiedad: nada más justo, porque sin ella no hay trabajo, sin trabajo no hay producción, sin producción no hay riqueza, ni alimentos, y sin éstos no hay sociedad.”

Por ello, Baralt, ante esa situación se plantea, ¿Qué debe hacerse para conservar la propiedad e impedir la injusta repartición de los bienes que ella produce?
La democracia indica como solución de este problema: La distribución igual de la herencia entre los hijos o herederos, El aumento de capital, y por consiguiente del trabajo por medio de la reforma de impuesto, de la reforma de la administración y de la economía en el presupuesto, La creación de un vasto sistema de concesión de trabajo, como parte del sistema de beneficencia pública, La asociación del capital y del trabajo, del empresario y obrero y La unión intima del sentimiento moral, del sentimiento religioso y del sentimiento de la libertad, por medio de la fraternidad cristiana.

Baralt, entiende por democracia, aquella forma de gobierno que se reduce al liberalismo, y considera que “… nuestro objeto no es defender el socialismo, sino justificar la democracia: cosas entre sí muy diversas, y que Guizot no ha debido confundir en un sola.”
La democracia, según Baralt, es aquella que se debe incorporar a las leyes históricas, por tanto, a pesar, de profesar la igualdad entre los hombres, ésta se hace imposible por el devenir histórico de la civilización, por ello dirá:
La esclavitud pasa a ser servidumbre; la servidumbre se transforma, queda convertida en gremios industriales, y nace el estado llano; los gremios industriales desaparecen, el estado llano comienza el laborioso trabajo de su emancipación, y el proletariado toma su triste puesto en el mundo; el estado llano combate la nobleza de raza, triunfa de ella y es libre; el proletariado siente remachar sus cadenas. ¿Pretenderá acaso Guizot que, llegada a este punto, se detenga la humanidad condenando para siempre a la clase más numerosa de la sociedad al ilotismo en que actualmente se encuentra? Santa es la libertad y la adoramos, pero la queremos para todos, no para algunos.16

Sostiene Baralt, que nada tiene que ver la democracia con los excesos cometidos por el absolutismo en su combate a muerte contra ella; por el liberalismo ecléctico que no ha sabido comprenderla; por sus falsos apóstoles, que la han amancillado y vendido;
por la natural inexperiencia de sus primeros adeptos, que no ha podido ni sabido darle dirección; por los delirios de reformadores exagerados y violentos que, adrede o por ignorancia, confunde con ella sus doctrinas; y finalmente, por las leyes invariables que gobiernan los negocios humanos y según las cuales nada muere sin dolor, ni nada se funda sin trabajo.”


La democracia que defiende Baralt es la compatible con el variado orden social de las diversas naciones civilizadas, que tiene como dominador común la religión cristiana como medula centra. En este sentido, señala:
Esa democracia, la única verdadera, es compatible con el vario orden social de las diversas naciones civilizadas; se llama, y es, hija del cristianismo, proclama y afirma la libertad, el poder fuerte y completo como garantía del uno y de la otra, fortalece todos los intereses legítimos, protege todos los derechos, cumple todos los deberes y es amiga de todas las clases: enemiga tan solo de la arbitrariedad y de la tiranía.”18

En su Escritos Políticos Baralt, desarrolla las reflexiones sobre la disputa entre el socialismo utópico y la economía política o liberalismo. Reflexiones amplias y extensas, que en algunos momentos, Baralt, más que dar un punto de vista claro, se convierte en árbitro político, sin tomar públicamente una posición. A pesar de ello, se evidencia su tendencia hacia el liberalismo.
En efecto, este intelectual venezolano, despliega, los elementos que él considera esenciales entre estas dos corrientes, en ese sentido, señala que: “Dos poderes se disputan el gobierno del mundo y se anatematizan con el furor que pudieran hacerlo dos cultos enemigos: la economía política o la “tradición”; y el socialismo o la “utopía”. ¿Qué es la economía política? ¿Qué es el socialismo?”.19
La economía política es –siguiendo a Baralt- la historia natural de las costumbres, tradiciones prácticas y rutinas más aparentes y más universales acreditadas en la sociedad tocante a la producción y a la distribución de la riqueza. “Bajo este concepto se considera y llama “ciencia”, legítima en “hecho” y en “derecho”, y declara que “lo que es” debe ser””. El liberalismo, siguiendo a Tocqueville, lo considera como la máxima expresión de lo humano, el arte de ser libre es una búsqueda permanente de la plena felicidad, pero para alcanzarla, reconoce que la libertad es un proceso duro, ella “nace de ordinario en medio de las tempestades, se establece penosamente en lo más recio de las discordancias civiles y sólo cuando ya vieja hace patentes sus altos beneficios”.   La libertad, para Baralt, es un derecho, al igual que la igualdad, ella asiste al hombre de ser causa de sus propias acciones y de dirigir su actividad de la manera más conforme a los fines de su existencia. Baralt, la subdivide en libertad de obrar (externa), y libertad de pensar (interna). Primera: libertad de estado, de domicilio y de industria; segunda: libertad de creencia, de arte y de filosofía. Mientras que la igualdad, es la participación por derecho a todas las ventajas de la vida social, y se divide en necesaria y condicional. Por la primera todo individuo debe poseer en la sociedad los medios de mantener su dignidad moral y su existencia física. Su propiedad, su seguridad, su libertad, la posición de sus facultades y disposiciones naturales deben estar en perfecto nivel de derecho con las de cualquier otro miembro de la sociedad. Por el derecho condicional el individuo debe poseer en la sociedad tan solo las ventajas adecuadas al producto de sus facultades y disposiciones, y como la sociedad no tiene nivel para el talento, la virtud, el saber, ni la riqueza, se sigue que las ventajas de situación y de jerarquía, los goces, los honores, los empleos que aquellas cualidades proporcionan, deber ser, como ellas mismas, desiguales, porque estos bienes no se adquieren por derecho de persona, sino título de capacidad.
Por otra parte, Baralt, plantea la necesidad de elaborar una nueva teoría de la libertad, donde el hombre, sea considerado, no como fin, sino como medio de cumplir su destino, ser inteligente, “…y de aquí parten para establecer una filiación entre el deber y el derecho más análoga a la institución social y más en armonía con el desenvolvimiento legítimo del individuo y de la especie.”
Podemos sintetizar, el planteamiento liberal, de este pensador venezolano, en los siguientes aspectos: la libertad individual empieza donde acaba la igualdad necesaria; la libertad no es fin, no es objeto, ni para la sociedad ni para el individuo, es un medio, una facultad de obrar para alcanzar un fin, que es la realización de todas las ideas y sentimientos legítimos, dentro de los límites de una ley suprema, que es la moral; como medio o facultad, debe estar subordinada a la igualdad necesaria que es el objeto principal de la asociación; la legislación de un país debe ser, como la sociedad misma, progresiva
Baralt, destaca, que con ese planteamiento, la economía política tienda al individualismo y sus afirmaciones exclusivas; puede muy bien ser parte, y parte muy principal y constituyente, de la ciencia, a la cual vendrían a servir los hechos que describe y analiza como sirven en una vasta triangulación topográfica las bases de antemano dispuestas, las medidas de toda especie y los piquetes. Bajo este punto de vista el progreso de la humanidad, que se efectúa procediendo de los simple a lo compuesto, vendría a ser enteramente conforme con la marcha de las ciencias, y los fenómenos discordantes y aun frecuentemente subversivos que forman la base y el objeto de la economía política, deberían ser considerados como otras tantas hipótesis particulares sucesivamente realizadas por la humanidad en servicio de una hipótesis superior, cuya demostración comprobada resolvería todas las dificultadas y satisfaría las pretensiones legítimas del socialismo, sin anular por eso las principios económicos.   Por ello, la economía social es una aspiración generosa a mejor estado en lo futuro, que el conocimiento perfecto de la realidad presente, además de reconocer, también, que los elementos de estudio tan precioso se hallan todos en la economía política. Pocos defensores encuentran lo presente; pero no es menos universal el disgusto que inspiran las quimeras y las invenciones extravagantes o atrevidas. “Así que todo el mundo reconoce ya hoy que la verdad sólo puede hallarse en una fórmula que concibe estos dos términos: conservación y movimiento…”

Socialismo 

Son las ideas propias de Hegel, los socialistas utópicos y de los anarquistas las que nutren el concepto de socialismo que desarrolla Baralt en su obra. Uno de los planteamientos que más trabajó este autor de las tesis socialistas fue el de la igualdad, ella es entendida no como una igualdad entre los hombres, sino igualdad entre las clases sociales o igualdad social, con ello se evidencia la presencia de los utópicos en este planteamiento. Además del concepto de igualdad, otro elemento que considero, este intelectual venezolano, característico del socialismo es el progreso –aunque también lo es del liberalismo Baralt es un defensor a ultranza del progreso de la civilización, considera que el progreso de la humanidad, es una marcha hacia la conformación de lo verdaderamente humano: la civilización, pero que esta no ha sido igual para todas las sociedades, en este sentido, dirá “cuantos tenemos fe en la mejora y perfección del hombre, del estado social, de la especie humana y de los gobiernos, somos socialistas”. 
Se puede evidenciar en Rafael María Baralt, desde una perspectiva burguesa, su preocupación por el proletariado, e inclusive por la lucha de clase, es ese sentido dirá:
visto de cerca el mundo actual, bajo la forma que le ha dado el gobierno representativo, semeja un vasto campo donde un mismo pueblo se halla dividido en dos pueblos diferentes: uno que posee todos los instrumentos del trabajo, tierra, casas, capitales, derechos, facultades, inteligencia, fuerza, voluntad: otro que nada posee, por que de nada puede hacer uso a su albedrío y cuyas son, como necesidades inseparables de su existencia, la sujeción, la fatiga, la servidumbre, el hambre, en paz, en guerra. Este segundo pueblo mantiene al primero; para él trabaja, y por él sufre: pero, en descuento, por él vive gobernado de padres a hijos con el equitativo imperio que le dan la propiedad y la herencia de las condiciones y los títulos sociales… los dos pueblos de que acabamos de hablar pueden ser por consiguiente clasificados de otro modo: pueblo que hereda la ociosidad; y pueblo de quien es patrimonio el trabajo: pueblo señor y pueblo siervo.

Sin embrago, Baralt, siendo consecuente con su percepción liberal de la democracia y de la sociedad, se interroga, “… la democracia americana, hija legítima del gobierno representativo, su inmediata consecuencia lógica, su efecto necesario, ¿es socialista o comunista?” La respuesta, es negativa, a pesar de reconocer que el comunismo y socialismo tengan buenas intenciones, considera que no representan la democracia por excelencia. 
En este sentido, cuestiona a Guizot, por pretender plantear una estrecha relación entre socialismo y democracia, al respecto señala: “…nuestro desacuerdo fundamental con Guizot consiste en la pretensión que tiene de confundir adrede el socialismo con la democracia. ¡Pretensión tanto más ridícula cuanto que Guizot es demócrata, como es democrático el gobierno representativo cuya historia ha trazado él mismo!”
Mas no es cierto que los socialistas, los comunistas, ni los montañeses funden en el principio de la democracia pura la legitimidad de su sistema; como no es cierto que el socialismo ni la democracia, sea una misma cosa.
Baralt, reconoce que siempre han existido, la lucha de las ideas, de las pasiones y de los intereses, porque hay dos tendencias igualmente legítimas en su principio e igualmente saludables en sus efectos; tendencias naturales, indestructibles, si bien opuestas entre sí, que se disputan el dominio de la sociedad: una es la tendencia a la producción de la desigualdad; otra es la tendencia a la conservación o al restablecimiento de la igualdad de los individuos y siguiendo a Cousin, afirma que: “…Dios, sin embrago, ha dispuesto que en esa lucha eterna entre el bien y el mal triunfe siempre la civilización; porque la civilización jamás será vencida33. Planteamiento un tanto maniqueísta34, a la que llega Baralt, ante esta situación de explotación, miseria y desigualdades que viven los pueblos. A esto Marx, llamó la lucha de clases: entre burgueses y proletariados en El Manifiesto del Partido Comunista. 
Rafael María Baralt, a pesar de reconocer que el comunismo y el socialismo tengan algunas nociones elementales democráticas, sus pretensiones exageradas e ideas erróneas acerca del gobierno y de la sociedad, acerca de la política y de la economía pública; lo hacen ser no democráticos, como no lo es la monarquía, democrática también, porque estos sistemas políticos:
no han ensayado la descentralización administrativa, ni la confederación de intereses provinciales, ni un sistema electoral fundado sobre ideas federativas de esa especie, ni el establecimiento de cuerpos colegisladores que guarden relación con ellas, ni la libertad ilimitada, ni la emancipación de la Iglesia, no otros grandes y fundamentales principios que forman la esencia de la democracia y que son hoy axiomas con que brillante experiencia de la Unión Americana ha enriquecido la ciencia política.
Mientras que el socialismo, siguiendo las ideas anarquistas de Proudhon -a quien considera Baralt su más hábil interprete, y el único hombre de la escuela que en más alto grado posee el espíritu y la índole revolucionaria-, plantea que hay anomalía en la constitución pasada y presente de la sociedad; pretende y prueba que el orden de cosas introducido por la civilización es contradictorio e ineficaz, y que engendra la opresión, la miseria y el crimen. Partiendo de aquí hace esfuerzos por refundir las costumbres y las instituciones; asegura que la economía política es una hipótesis falsa, inventada en provecho del menor contra el mayor número de los vivientes; y aplicando al caso el apotegma “a fructibus cognoscetis”, acaba de demostrar la impotencia y vanidad de la economía política con poner de manifiesto el cuadro de las calamidades humanas, cuya responsabilidad le atribuye. El socialismo afirma, pues, que lo que “debe ser” no existe.” 
De aquí traza una línea de demarcación, Baralt, a la par que visible, hondamente delineada entre la una y la otra escuela. Aquélla –la economía política- se inclina a legitimar y santificar el egoísmo; ésta –el socialismo-, a exaltar el sentimiento de la comunidad; los partidarios de la primera son optimistas en orden a los hechos consumados; los de la segunda, tocante a los hechos que deben realizarse.3   Tratando de solucionar, estas tensiones entre una escuela y otra, Baralt incorporar un tercer sistema, que llama ciencia social, y esta es entendida como:
la razón, entretanto, haciendo uso del raciocinio justificado por la experiencia, nos dice que la ciencia social es el conocimiento especulativo y sistemático… de lo que “es” en todo su vida, en el conjunto de sus manifestaciones sucesivas; y también que debe abrazar el orden completo de la humanidad, no sólo en tal o cual período de su duración… sino en todos sus principios y en la integridad absoluta de su existencia… porque así, y no de otro modo, podremos formar una idea de la realidad viviente y progresiva de la ciencia.”
En este sentido, Baralt, se pregunta: ¿Quién puede dirimir la contienda de estos doctores rivales? Sólo esa misma ciencia social, a la que, como juez competente, apelan ambos; pero es el mal que cada uno de ellos cree y afirma hallarse solo y exclusivamente en posesión de sus verdades. Para este intelectual venezolano, ambas teorías se calumnian y ambas se hacen reos de infidencia a la razón, cuando por una parte los economistas, decorando con el pomposo nombre de ciencia sus retales y andrajos de teorías, se niegan a todo progreso ulterior; y cuando, por otra, rechazan la tradición los socialistas, y aspiran a reconstruir la sociedad sobre bases extravagantes o quiméricas. El socialismo nada puede sin una crítica profunda y un desenvolvimiento incesante de la economía política, pero ésta, a su vez, no es más que un impertinente centón cuando se empeña en patrocinar como ciertos y firmes todos los hechos recogidos y ordenados por Adam Smith, por J. B. Say y por sus sucesores.  
Ante esta situación compleja, Rafael María Baralt, desde la perspectiva de la dialéctica hegeliana, propone que la sociedad debe ser entendida como una marcha que lleva consigo elementos contradictorios y cuyas teorías pudieran existir como antagónicas, por ello, afirma:
Esta marcha de la inteligencia es idéntica y paralela a la de la sociedad; y así, cuando una institución social da nacimiento e imprime desarrollo a la tendencia antisocial que se le opone, semejante discordancia en los hechos produce una institución más compleja en la cual encuentran sitio propio y completa satisfacción las dos tendencias contrarias; si bien sólo en aquel grado y medida que permite el estado de ilustración que alcanza la humanidad por el tiempo en que la conciliación se verifica.

Y más adelante:
Los hechos sociales son, pues, otras tantas tesis y antítesis que buscan la armonía de una síntesis; éste consiste, no en un término medio, en un eclecticismo arbitrario, impalpable, imposible, sino en un tercer principio, en una ley superior que, sin excluir los contrarios, los ponga de acuerdo absorbiéndolos, por decirlo así, a uno y otro en una fórmula compleja y absoluta.

En este sentido, no hay progreso sin movimiento, y éste lleva consigo necesariamente la dislocación de muchos objetos y la modificación de grandes intereses sociales. 
A pesar de no considerar al socialismo como un sistema democrático, Baralt, reconoce una serie de características, que a nuestro juicio, confirman el carácter democrático que representa el socialismo como sistema político alternativo al liberalismo, en tal sentido, destaca:
Las discusiones que ciertas escuelas socialistas han suscitado en orden a la comunidad de trabajo y de bienes, y tocante a la intervención del Estado en el comercio y en la industria, el número mayor y casi la totalidad de sus hombres de luces y valía admite y confiesa estar de acuerdo en sostener como principios eternos suyos la familia, la herencia, la libertad individual, la libertad del trabajo y la afirmación del ser supremo. Estos principios, como axiomas sociales; la soberanía del pueblo, el voto, o como ahora se dice, sufragio universal, y la unidad del poder público, como axiomas políticos, forman la base de la escuela socialista, y el punto de partida de su sistema práctico de gobierno; por más que algunos espíritus especulativos y controversistas hayan arrojado a la arena del público debate las ardientes cuestiones que tan mala suerte y no pocos sinsabores han acarreado a sus adeptos, justificando hasta cierto punto el ostracismo que, en el sentir de muchos le coloca fuera de la comunión del género humano.
El socialismo es la “protesta” contra las instituciones viciadas de elementos individualistas, burgueses, explotadora, clasista y mercantilista. Para Baralt, los grandes reformadores de la humanidad han sido socialistas, y señala que la misma religión cristiana, más que ninguna otra fue utópica y socialista en su principio.
Para Baralt, al referirse al utopismo de estos dos planteamientos –del liberalismo y del socialismo-, señala que proviene de su naturaleza misma “una que lo quiere todo para el individuo y por el individuo, que puede decirse “economismo”: otra que lo quiere todo para la sociedad y por la sociedad, y que se llama comunismo”.
En este marco de ideas, Baralt, avanzando cada vez más por el camino de la crítica “neutral”; afirma que el socialismo no tiene valor sino como protesta para abolir la utopía oficial; y que, una vez obtenida semejante abolición, conviene detenerse a fin de dejar a la libertad el cuidado y el derecho de avanzar al paso que le señalen sus propias leyes, el estado de la sociedad y el espíritu de los tiempo. 
El socialismo señala que todo sistema económico tiene por fundamento la hipótesis, ficción, utopía, o como quiera llamársele, de la “productividad” del capital; la mitad de los productos sociales pasa, con los nombres de “renta, arriendo, alquiler, intereses, beneficio, agiotaje” y otros, de las manos de los trabajadores a los capitalistas, hacendado y propietarios los cuales, como dice J. B. Say, producen con su instrumento propio y su resultado natural y preciso la desigualdad de condiciones y de bienes; la división de la sociedad en dos clases enemigas: entre quienes tienen el exceso de los productos y la servidumbre de la clase más numerosa de la sociedad, que se constituyen en miseria.   El socialismo del siglo XIX, siguiendo a Baralt, tiene como característica, la asociación fraternal de los particulares y la intervención tutelar del Estado, inspirada en la esencia de lo verdaderamente humano, su búsqueda del bien y la felicidad.
Para Rafael María Baralt, nunca será demasiado, ni aun suficiente, cuanto se diga para protestar contra estas dos funestas tendencias de los ánimos; el liberalismo, que adormece a la sociedad en el regazo de un optimismo engañador cuyo término es la inmovilidad rodeada de peligros: el socialismo, que presume hacer retrogradar la sociedad y capitular la revolución y el espíritu humano.

conclusión.

El pensamiento liberal nace con un afán expansivo y desde sus inicios, lo que se acentúa en sus expresiones actuales, intenta imponer sus versiones y reglas de interpretación de la realidad, se acuñan conceptos e ideas que se convierten en estereotipos dañinos para la práctica social. Tal ocurre con el concepto de libertad, ejes centrales del debate contemporáneo que guarda estrecha relación con la democracia y derechos humanos. El liberalismo, es el antecedente inmediato, del sistema capitalista, que se basa en la propiedad privada, fomentada en la primacía del individuo con respecto a la sociedad o colectividad y hace valer los intereses personales, pasándoles muchas veces como benefactores de los intereses colectivos.
La libertad, que propone el sentido burgués, es el reconocimiento del hombre como sujeto de derecho definido por la propiedad, la retórica de la libertad disfraza las relaciones de dominación real que existen en la sociedad burguesa. En nombre de la libertad se amplían las desigualdades sociales, los ricos incrementan su riqueza, en tanto aumenta el número de personas que viven por debajo de los índice de la pobreza, que no tienen cubierta sus necesidades básicas. Por ende, la libertad porta un contenido clasista y político.
En el socialismo se aspira a que el individuo se desarrolle y que sus intereses fundamentales armonicen con los de la sociedad. Donde el proceso de individuación tenga sus bases en la colectividad y no en la propiedad privada. Para nosotros, la libertad condiciona a la justicia, a la vez la justicia condiciona la libertad, en el sentido de que no puede haber libertad sin justicia e igualdad de posibilidades.El socialismo utópico, planteó la reivindicación de la igualdad humana, la fraternidad universal, el desarrollo libre de la individualidad, la creencia en el progreso, la idea de la perfectibilidad de la humanidad, todo estaba, de una u otra forma, en el pensamiento de la generación pos independentista.
El pensamiento político de Rafael María Baralt, se inscribe en esta discusión de vieja data, sus reflexiones representan una importante contribución al pensamiento filosófico latinoamericano. Su obra, sigue siendo una referencia obligatoria, para todo aquél que esté interesado en conocer nuestro pasado y reconstruir la historia de las ideas en Venezuela.
A pesar, de estar influenciado por los socialistas utópicos y los anarquistas, el socialismo con el que Baralt se identificó fue el de los cambios graduales o un socialismo reformista. Apostando a la construcción de una sociedad más justa sin la mediación de la fuerza o estallido social, no se mostró partidario de la lucha de clases, aunque consideraba de vital importancia la igualdad de derechos entre éstas, esto lo aleja del marxismo y del socialismo científico, y lo acerca más a los liberales progresistas. Su pensamiento no dejó de ser liberal. Desde ahí buscó dar respuestas a los problemas que caracterizaban a las sociedades americanas y europeas, especialmente reflexionó sobre los problemas políticos y sociales. Sus reflexiones sobre política, y las ideas que desarrolla entre el liberalismo y el socialismo, lo hacen ser uno de los precursores de estas corrientes en Venezuela, creador de una nueva interpretación de la historia venezolana, enraizado en el acontecer de nuestra cultura desde los intereses de la clase burguesa. Es eso lo que se comprende de sus obras, se capta el sentido de su elaboración teórica en el conjunto de circunstancias sociales e intelectuales del momento en que se gestaron. Por ello, sus argumentos representan una nueva posibilidad política para la clase que él representa y hay que entenderlo desde el contexto histórico-político de la época.La obra de Rafael María Baralt, está por ser reinterpretada, pocos estudiosos consideran su legado, hoy cuando la humanidad se debate entre la vida y la muerte, entre la guerra y la paz, entre la contaminación ambiental y la armonía de la naturaleza, entre el neoliberalismo y las alternativas a ese modelo, se hace necesario analizar los postulados políticos de nuestros más insignes intelectuales.

LIBERALISMO V/S SOCIALISMO.


Si bien muchos saben que el liberalismo tiene sus bases en la modernidad y el discurso humanista del hombre de esa época, también esta lo que podríamos llamar la contraparte de esta ideología, que es el socialismo, entonces si el liberalismo es origen de la modernidad el estado o país del siglo XIX mas lógico en adoptar esta ideología era Inglaterra, en donde la modernidad llego primero, en donde la revolución se formo primero y en donde según Engels el socialismo utópico nació. En Inglaterra el capitalismo ya estaba consolidado gracias a tempranas revoluciones, a su monarquía constitucional, al esfuerzo de la burguesía y eso daba a que entonces el liberalismo se encontrara a flor de piel en el siglo XIX, pero no era la única nueva corriente ideológica ( y económica) existente, pues también estaba el socialismo, si bien esta nace o evoluciona gracias a la revolución francesa las dos tienen cosa en común. El liberalismo del siglo XIX en Inglaterra tienen sus influencias en los grandes pensadores ilustrados. El socialismo que se dio en Inglaterra se denomino “socialismo utópico”, es decir un socialismo de carácter practico, diferente al socialismo francés. Se podría decir que uno de los factores del surgimiento del liberalismo en Inglaterra estuvo ligado al individualismo religioso, claro pues esto es probable, ya que el deseo de libertad y amor hacia la humanidad, es decir de completas libertades que se fundamentan en ideas religiosas de la Inglaterra del siglo XIX, y esto se completaba con las ideas de los liberalistas económicos, ya que ellos pregonaban firmemente el que el estado no tuviera el poder absoluto. En tanto el socialismo se perfilaba como una ideología nacida de los cambios sociales, del desarrollo del capitalismo burgués pero su máxima es y será una ideología nacida por la lucha de clases, aunque muchos digan que no es la negación del capitalismo, pero se comporta como tal ya que no acepta las ideas capitalistas o mercantilistas, esta ideología se fortalece en una revolución popular, como la Revolución Francesa o la revolución de “la comuna de Paris”, que paradójicamente la primera estuvo comandad y liderada por burgueses, pero con la ideología de los ilustrados, y esos burgueses eran capitalistas de la época que buscaban libertades económicas mas que reivindicar el sentir del proletariado, y a todo esto la única y verdadera revolución fue el de “la comuna de Paris”. Si bien el liberalismo tiene diferentes expresiones y subgéneros dentro del mundo occidental, el liberalismo ingles apunta netamente a las libertades económicas como prioridad, en cambio el socialismo del siglo diecinueve, que por cierto no se conocía como socialismo utópico, apuntaba a la insurrección de las masas, la reivindicación de la clase trabajadora y la lucha de clases. En muchas explicaciones las ideas llamadas socialistas, que buscaban la igualdad de condiciones para todos los hombres, no eran nuevas para ese entonces. Su origen se remontaba al mundo de los pensadores griegos, especialmente a la obra de Platón, y a autores del siglo XV que plantearon teóricamente esa posibilidad como Tomas Moro en La utopía, entre otros. Muchas de tales ideas fueron retomadas por la ilustración.
Uno de sus principales representantes fue el empresario Robert Owen, una excepción para esa época. Rico, empresario, duelo de fábricas, creía en la bondad del hombre y en el medio ambiente. Por eso se dedicó a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus obreros, creó escuelas y sistemas de salubridad, disminuyó el consumo de alcohol, moderó el trabajo infantil y mantuvo salarios altos. Como socialista utópico se opuso radicalmente al individualismo, al que consideró fuente del mal social. Con su fortuna intentó hacer experimentos aún más radicales teniendo en cuenta sus éxitos iniciales: creó cooperativas, introdujo el trabajo social y fue el padre de la legislación industrial. En tanto Marx deduce la inevitabilidad de la trasformación de la sociedad capitalista en socialista única y exclusivamente de la ley económica del desarrollo de la sociedad moderna. “El socialismo es, para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el mundo”. En esta frase de Engels el trata de demostrar parte de su concepto de socialismo, dejando invalidadas las demás ideologías. Podemos explicar que el socialismo utópico es un socialismo de ideales, mas bien soñador para mi parecer y un poco alejado de la realidad y muy diferente al ideal del liberalismo que como doctrina política deriva del racionalismo del siglo XVIII, se opone al yugo arbitrario, preconiza la búsqueda de la verdad por parte del individuo sin ningún tipo de trabas, sino mediante el diálogo y la confrontación de los pareceres, dentro de un clima de tolerancia, de libertad y de fe en el progreso y su característica fundamental es el deseo de querer resolverlo todo mediante la aplicación de unos principios que son abstractos y mediante la aplicación de los derechos de los ciudadanos y del pueblo. El socialismo en si es una ideología basada en el principio de una sociedad que se basa en la unión popular y el control de los poderes estatales, sin mencionar libertades, pero cargadamente influenciado por las clases de los trabajadores que se organizan, a eso nacen variadas formas de socialismo como el utópico. BIBLIOGRAFIA 1- Engels, Federico “DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL SOCIALISMO CIENTÍFICO , 1ª edición, 1998 Barcelona Editorial Debarris.