LOS ORIGENES DE LA HUMANIDAD
La especie humana solo es una más entre las
existentes en la Tierra, y al igual que todas las formas de vida conocidas está
sujeta a las leyes de la evolución. Esto
implica que el hombre apareció en algún momento del pasado como resultado de
progresivos cambios adaptivos que generan nuevas líneas evolutivas y abocan a
la desaparición a otras. La cuestión sobre la antigüedad de nuestra
estirpe y su origen no tiene una respuesta sencilla. Lo que sabemos del proceso
de hominización que nos ha llevado hasta ser lo que somos, está basado en un
largo y tortuoso sendero de descubrimientos e hipótesis esparcidas en el
tiempo. La ciencia que estudia esto es la paleontología, sin
embargo, en las últimas décadas nuevas disciplinas como la genética, entre
otras, se han mostrado muy útiles en el rastreo del origen de la humanidad.
Se estima que la rama
evolutiva que lleva al hombre actual, se separó de los chimpancés
hace entre 5 y 7 millones de años. Entre este momento y hace unos 4 millones de
años apareció la capacidad de desplazarse erguido, hecho fundamental en el
proceso de hominización. Los primeros homínidos bípedos que con seguridad
tenían una locomoción erguida son los Australopitecos
(Australopithecus), esta especie apareció y próspero con gran éxito en la
sabanas arboladas del este del continente africano hace 4 millones de años, y
de algunos especímenes se han conservado esqueletos en muy buen estado.
Desapareció hace 2,5 millones de años, quizás se debió a la desertificación de
la sabana, no obstante, este género se radio en al menos 5 especies diferentes
esparcidas desde Etiopía y el Chad hasta Sudáfrica. La presión medioambiental,
originó dos grandes grupos de Australopitecos, los vegetarianos especializados
en productos duros de escaso valor nutritivo, y los carnívoros, que derivó en
los primeros individuos del género Homo.
Los primeros representantes del género Homo
fueron el Homo rudolfensis que vivió
de 2,4 a 1,9 millones de años, con un volumen craneal de 750 cm³, y Homo habilis que apareció hace 2,5
millones de años y se extinguió hace 1,4. El habilis dio paso al Homo ergaster, que con
una capacidad craneal de unos 880 cm³ y una antigüedad de 2 a 1 millón de años,
fue el primer antepasado del hombre que abandonó África. Fuera de este
continente evoluciono hacia el Homo erectus en extremo
oriente, y Homo antecesor en Europa.
Es curioso el hecho de que la tecnología desarrollada para tallar la piedra por
el Homo ergaster, fue superior a la utilizada por sus descendientes asiáticos y
europeos. Para explicar esto, se especula que su desarrollo quizás se dio con
posterioridad a las migraciones.
Con un origen algo confuso, mas adelante
en Europa apareció el Homo heidelbergensis, que vivió
desde hace 500.000 hasta 250.000 años, y que parece ser en antecesor de los Neandertales (Homo
neanderthalensis). En África se dio paralelamente el Homo rhodesiensis que dio
lugar al Hombre de Cro-Magnon u Homo sapiens actual.
Todo indica que el hombre anatómicamente moderno, tiene su origen en una
población preexistente de humanos de hace unos 200.000 años localizada en
África Oriental en el río Omo. Esta
conclusión viene avalada por los análisis genéticos de ADN mitocondrial, así como
por los registros paleontológicos. Los fósiles pertenecientes a esta población
se conocen como los Hombres de Kibish, y son
considerados los más antiguos restos de Homo sapiens. Se corresponden con una
población al parecer de pocos individuos, en comparación con los humanos
arcaicos esparcidos por el Mundo Antiguo. El éxito evolutivo de este pequeño
grupo, fue tal, que desplazó al resto en toda la Tierra. Los últimos
humanos no pertenecientes al género Homo sapiens fueron los Neandertales, se
extinguieron hace 29.000 años en la actual Andalucía. Fue por tanto, la última
especie del género Homo que coexistió en el tiempo y el espacio con el hombre
moderno, causa probable de su extinción.
Introducción a nuestros
orígenes
La necesidad de conocer
es un rasgo definitorio de la humanidad, el ser humano necesita saber qué pasó
en el pasado, cuáles son sus orígenes, entender el presente e intuir lo que nos
deparará el futuro. Pero conocer con exactitud cuáles son nuestros antepasados
y cómo era su forma de vida es una tarea muy difícil, o más bien imposible,
debido a la escasez de recursos arqueológicos y de otros indicios que podrían
ayudar a deducir cómo era la vida de nuestros ancestros. Es por esta razón que
no se saben, ni se llegarán a saber a ciencia cierta, múltiples de las
cuestiones que realmente intrigan al ser humano actual acerca de su
procedencia.
Tradicionalmente, la
teoría darwinista, se parte de la premisa que toda la evolución de la humanidad
se ha dado de manera progresiva y ascendente, es decir, cada nuevo paso era
mejor que el anterior y en la cúspide de esta evolución se sitúa al ser humano
actual. Se basa en la lucha por la vida, en que los seres peor adaptados serán
los que se extinguirán. En contra de esta postura surge la teoría de la
contingencia, defendida por, entre otros, Richard Leakey. Éste sitúa el azar en
el proceso de la evolución, la extinción de una especie determinada no depende
sólo de su adaptación al medio en el que vive sino de lo afortunados que sean.
De esta manera la evolución se vuelve completamente imprevisible.
Parece evidente que el
ser humano está emparentado con los primates, ambos pertenecemos a los
antropomorfos, pero ¿cuáles han sido los diferentes pasos que se han dado en la
evolución antes de llegar a considerarse humanos? Hace unos 24 millones de años
aparece en África el primer antropomorfo con el nombre de Procónsul junto al
cual vivieron otras especies de antropomorfos, pero hace unos 5 millones de
años se produjo una escisión del linaje humano. A partir del primer ancestro
que se separa de las demás especies antropomorfas se desarrolla la familia
homínida.
Árbol genealógico humano
En el 1924 el
paleontólogo Raymond Dart encuentra en Suráfrica un simio antepasado del
hombre, consistía en una cara y parte del cráneo fosilizados de un joven que
bautizó con el nombre científico de Australopithecus africanus, pero que
es más conocido como “niño de Taung”. Se dató de hace 3 millones de años. Este
individuo era bípedo, por eso tenía que ser un homínido, y presentaba una
mezcla de características de simio y de humano con la mandíbula inferior y los
premolares grandes pero no enormes.
Más tarde se encontraron
otros individuos con las mismas características de Australopithecus
africanus pero con una mandíbula inferior y premolares de grandes
proporciones. Así, se dijo que se trataba de dos clases de simio bípedo, esta
segunda especie recibió el nombre de Australpithecus robustus. Lo que
propuso Dart fue un árbol muy sencillo en forma de Y: africanus como
especie ancestral y dos líneas descendientes, robustus a un lado y Homo
en el otro.
Más tarde, en julio de
1960, la familia Leakey descubrió el primer Homo documentado llamado Homo
habilis que data de 1'9-1'6 m.a. De esta especie destaca el crecimiento
espectacular de la masa cerebral. Así, habilis proporcionaba evidencia
tangible de la segunda bifurcación del modelo en Y.
Posteriormente se
descubrieron unos fósiles, de entre los cuales destaca el famoso esqueleto
parcial de Lucy y la llamada Primera Familia, pertenecientes a una especie
primitiva de Homo y a una, o tal vez dos, especies de Australopithecus.
Esta especie se denominó Australopithecus afarensis. En el 1973 Don
Johanson y Tim White propusieron que afarensis era el tronco que llevaba
por un lado a africanus y a robustus y por el otro a Homo
habilis, a erectus y a sapiens.
En el 1984 el equipo de
Richard Leakey descubrió un individuo perteneciente al Homo erectus al
que llamaron Turkana Boy. Éste sufre unas grandes transformaciones anatómicas,
presenta una anatomía muy similar a la nuestra, tenía una gran altura y sufre
un enorme crecimiento de la capacidad craneal.
Después de todos estos
descubrimientos Richard Leakey propuso un árbol genealógico que constaba de una
sola especie no conocida que funcionaba de tronco. Luego el árbol se ramificó
con dos ramas principales, la especie Australopithecus y la Homo.
Luego, ya más cerca del presente, la rama Australopithecus quedó
cercenada cuando la especie australopitecina se extinguió. Finalmente, sólo
sobrevivió una rama en la punta del árbol: el Homo sapiens.
Bipedismo
Uno de los factores fundamentales que lleva a
diferenciarnos como familia dentro de los primates es nuestro método de
locomoción, el Bipedismo. La mutación evolutiva de la marcha cuadrúpeda a la
bípeda necesitó de una amplia remodelación de la arquitectura ósea y muscular
del simio y en general de las proporciones de la mitad inferior del cuerpo. El Bipedismo
va asociado a la ventaja de la liberación de las manos en la tarea del
desplazamiento, pero se han desarrollado dos tendencias al respecto.
Lovejoy defiende que, aunque la liberación de las
manos se relacionó con la caza y con la capacidad de realizar herramientas,
ésta constituye verdaderamente la causa del bipedismo. No surgió para
desplazarse mejor porqué el Bipedismo es una forma inferior de desplazamiento,
así que tuvo que desarrollarse para llevar cosas. Para el anatomista existen
dos elementos claramente ventajosos a la hora de liberar las manos, el hecho de
poder transportar dos crías a la vez y el hecho de poder transportar comida de
un lado a otro.
Otro de los argumentos que aporta es el cambio
fundamental que sufren los primeros homínidos, tienen un ciclo reproductivo
intermedio. Lovejoy divide a los seres vivos en dos grandes grupos, los que
tienen un ciclo reproductivo lento, como los primates, debido a que tienen un
número reducido de crías para poderlas cuidar mejor de manera que el desarrollo
de la especie es muy lento, y los que tienen un ciclo reproductivo rápido, como
los peces, que tienen un gran número de crías pero no se dedican a cuidarlas y
por tanto un gran número de ellas mueren.
Así, entre estos dos tipos de reproducción se
sitúan los primeros homínidos, ya que las hembras tenían más crías, cosa que
hacía más difícil para las hembras homínidas la tarea de buscar alimentos, por
ello era imprescindible la colaboración de los machos que necesitaban las manos
para transportar alimentos. Lovejoy afirma que a cambio de esta ayuda las
hembras daban una compensación sexual a los machos, es decir, hay una pérdida
del celo, las hembras son receptivas constantemente. Esto presupone que existe
la monogamia.
Frente a esta cuestión se presenta un
inconveniente, y es que había dimorfismo sexual que siempre va asociado a la
competición entre los machos por el acceso a las hembras y a algún tipo de
poliginia, con un macho controlando el acceso sexual a varias hembras, es
decir, no había monogamia.
La otra tendencia, defendida por Rodman y McHenry,
plantea la liberación de las manos como consecuencia del Bipedismo. Éstos
afirman que no se puede comparar la marcha bípeda humana con el desplazamiento
cuadrúpedo de los cuadrúpedos convencionales ya que es evidente que los humanos
evolucionaron a partir de simios y no de un cuadrúpedo convencional.
Así, comparan la locomoción cuádruple de los
primates en términos de gasto de energía. En los medios arbolados la forma de
los primates es ventajosa pero en lugares donde no hay árboles el Bipedismo es
más ventajoso. Consideran que ahí está el éxito de esa familia homínida ya que
en África se estaba produciendo una deforestación y se considera que el Bipedismo
es lo que ayudó a sobrevivir a los homínidos y es la clave para que la nueva
familia se expanda con éxito. Junto al menor consumo energético también dicen
que con la posición erguida tienen una mayor visión y tienen una mayor
protección al Sol.
Richard Leakey se posiciona a favor de esta segunda
tendencia que plantea la liberación de las manos sólo como una consecuencia del
Bipedismo y no como causa.
Obtención de alimentos
Con respecto a la obtención de alimentos de los
humanos antiguos se han desarrollado tres teorías distintas. La primera es la
del “hombre cazador” (“Man the hunter”) que está defendido por Fisher y Morris.
La premisa fundamental de la que se parte es que la caza es la responsable de
la locomoción bípeda, de la construcción de utensilios, de la capacidad de
lenguaje, del aumento del cerebro y de la creación de la familia nuclear.
Parten de la premisa que los humanos son animales
fundamentalmente carnívoros y se relaciona con el tema de la agresividad
humana. Se considera que para poder cazar se necesita fuerza física y
agresividad y que los hombres son los únicos que tienen estas cualidades
básicas, se asume que la diferencia de sexo es biológica. Así, defienden que
desde los orígenes hay una división sexual del trabajo.
Desarrollan la teoría que las mujeres y las crías
dependen de los machos para buscar la comida y como solución aparece la familia
nuclear. También se basan en el contrato sexual, sexo a cambio de alimentos, lo
cual exige una pérdida del celo de las hembras.
Este modelo se destruye a raíz de los estudios
antropológicos y endográficos que demuestran que la principal fuente de
alimentación eran los vegetales, los cuales eran recolectados por mujeres. Se
demostró que la carne era un simple complemento de la dieta.
Glynn Isaac plantea el modelo mixto, es decir, que
las mujeres recolectan vegetales y los hombres cazan y después se intercambian
los alimentos en un campamento base donde se reúnen. Leakey se posiciona a
favor de este modelo, a pesar que presenta unos cuantos problemas. Se ha
demostrado que en aquella época no había caza sino carroñeo, además, los
campamentos base no existían porqué se supone que los árboles siguen
constituyendo su principal refugio. Asimismo, no conocen el fuego y por tanto
un campamento constituye un foco de atención para los depredadores de la zona.
Obtienen el alimento en el lugar donde lo encuentran.
El último modelo es el recolector. Richard Leakey
se basa en el comportamiento de los mandriles por la semejanza del medio en el
que viven para compararlo con la especie humana. La organización social de un
grupo de mandriles se caracteriza por formar bandas jerárquicas en las que
existe un macho dominante y otros que son muy agresivos y compiten por mantener
relaciones sexuales con las hembras. Los machos se caracterizan por la
protección del grupo. Así, Leakey dice que este es el mismo comportamiento de
los primeros homínidos debido al gran dimorfismo sexual.
Modelos evolutivos
Tradicionalmente hay una concepción de la evolución
humana gradualmente ascendente el modelo multirregional que propone que todos
los humanos modernos somos la evolución de los diferentes erectus que se
instalaron en cada zona y el origen común se sitúa en África hace más de 1 m.a.
Leakey afirma que es una visión errónea, ya que
rompe las leyes básicas de la biología ya que la evolución en una zona
geográfica diferente no puede dar el mismo resultado final, es imposible que
los cambios en diferentes zonas den lugar a una única especie. La función del
biólogo consiste en intentar descubrir las pautas en el marco de cualquier
historia evolutiva concreta. Para solucionar este problema los que defienden
este modelo dicen que durante unos periodos existieron cruzamientos entre las
diferentes especies que dieron lugar a rasgos comunes, pero los datos en los
que se basan son los fósiles, no existe ninguna evidencia biológica.
El modelo multirregional contiene la idea de la
inevitabilidad de la historia humana, un impulso evolutivo que, una vez
establecido, llevaba irrevocablemente a la humanidad que hoy conocemos. De esta
manera se planteaba la idea de la predestinación del género humano, la
convicción de que el proceso ya estaba escrito.
El modelo alternativo, por el que se decanta
Richard Leakey, es el de la Arca de Noé. Defiende que Homo sapiens sapiens
se originó como un único acontecimiento en una población geográfica aislada y
desde allí se expandió hacia otras zonas. Se basa en los estudios de biología
molecular del ADN mitocondrial humano. Las mitocondrias son unas células
humanas que reúnen unas particularidades y sólo se transmiten a través de la
madre. En esa transmisión las mitocondrias sufren mutaciones que se van
acumulando en cada una de las transmisiones y quedan acumuladas en el ADN. Cuanto
mayor sea el parecido en el ADN mayor será el parecido del parentesco
evolutivo.
De esta manera se puede establecer un árbol de
evolución de mujeres que nos lleva a la base del origen. Como resultado del
estudio se descubrió que todas las poblaciones tenían un ADN muy parecido y
que, por tanto, tenían que tener un origen común. La variabilidad de ADN
mitocondrial de los africanos era el más variado, lo que quiere decir que
nuestro origen está en África.
Violencia humana
En el Próximo Oriente durante 40.000 años
coexistieron los neanderthales con los humanos modernos. La cuestión es cómo
explicar este periodo tan insólito de cuatro milenios de coexistencia. Una
posibilidad es que la coexistencia fuera más ilusoria que real. El clima
durante este periodo de la historia de la Tierra (el Pleistoceno superior) fue
inestable, plagado de glaciaciones. En algunas épocas se experimentó un clima
templado y en otras un clima más cambiante.
Los neanderthales eran individuos acostumbrados al
frío y, por el contrario, los humanos modernos estaban más acostumbrados a los
climas templados. Así, con los distintos cambios climáticos se fueron
sucediendo una serie de migraciones de las dos especies, así que realmente no
convivían.
Con la creación de una nueva tecnología que ayudó a
adaptarse al frío y un desarrollo de la capacidad cognitiva los humanos
modernos empezaron a desplazar a los neanderthales hasta provocar su extinción.
Entonces se plantea la pregunta del método de
sustitución de una población, si se produjo mediante la competencia o la
violencia. La guerra hunde sus raíces en la necesidad de posesión territorial
cuando las poblaciones se han hecho agrícolas y necesariamente sedentarias.
Así, Leakey opina que la violencia no es una característica innata del género
humano.
A pesar de todo esto, la ausencia de indicios de violencia intergrupal
antes de la revolución agrícola no prueba, evidentemente, que nuestros
antepasados cazadores-recolectores de hace más de 10.000 años no fueran tan
violentos e inclinados al genocidio. La ausencia de evidencia no puede
considerarse evidencia de la ausencia.
Los humanos no evolucionaron en la
Tierra de forma natural. Durante millones de años lo que evolucionó
naturalmente fueron las distintas especies de monos que la ciencia considera
nuestros ancestros. Pero a partir de varios centenares de miles de años, grupos
alienígenas avanzados empezaron modificando a aquellos monos primitivos para
que fueran más inteligentes y diestros, a fin de poder utilizarlos en trabajos
como esclavos.
A partir de ese momento, estas
especies más adelantadas fueron prosperando más y más, pareciéndose cada vez
menos a los monos, y cada vez más a los propios alienígenas. Otros grupos
alienígenas realizaron sus propias modificaciones, crearon sus propios tipos de
humanos exclusivos, insertando genes procedentes de varias razas alienas
diferentes.
Esto condujo a una gran
diversificación de las especies humanos, diferencias en el color de la piel,
tipos de cabello y otros rasgos menos obvios. Que los aliens modificaran
genéticamente a la humanidad significa tan solo que crearon nuestros cuerpos,
no nuestras almas. El alma es al cuerpo lo que el conductor a su coche. Cuando
una empresa fabricante de coches lanza un nuevo modelo, el conductor puede
adaptarse al nuevo modelo.
La gente de hoy en día conduce
modelos que lucen muy diferente a los que la gente conducía hace
aproximadamente un siglo. Lo mismo ocurre con los cuerpos que nuestras almas
utilizan hoy en día, en relación a los que ocupaban en los albores de la
humanidad. Las distintas razas de gente que vemos hoy se originaron de
diferentes grupos alienígenas, que los fabricaron para adaptarse a distintos
medios y propósitos.
De hecho, los blancos con cabellos
y ojos muy claros no estaban pensados para vivir en la Tierra, sino que fueron
creados para existir en planetas más lejanos, en los que la luz diurna era más
amortiguada. Una teoría sugiere que existía un planeta entre Marte y Júpiter
que fue destruido hace mucho tiempo, obligando a sus habitantes de piel clara a
evacuar al planeta próximo más compatible, la Tierra. La aparición de gente
blanca en la historia humana ocurrió tan rápidamente que la evolución natural
no puede explicarlo.
Dado que no es su planeta natural,
sufren mayores problemas de salud, tales como sensibilidad a la luz, acné, y
quemaduras solares, que las otras razas más adaptadas a las condiciones de la
Tierra. El punto importante es que los humanos existen por toda la galaxia,
variando principalmente en su apariencia exterior y en sus habilidades
congénitas, según qué grupo alienígena lo hizo.
Mientras que algunas almas humanas
se originaron sólo hace poco, procedentes del reino animal, otras son mucho más
viejas que incluso la creación de las especies humanas. Estas almas antiguas
existieron una vez en un estado más elevado y menos físico, pero escogieron
descender en cuerpos humanos más densos, a fin de adelantar con la estimulante
experiencia.
El precio fue olvidar quiénes eran
realmente, vivir en condiciones primitivas y violentas durante miles de vidas,
ser utilizados como esclavos, y proveer energía del alma a los grupos
alienígenas negativos que habían creado aquellos cuerpos físicos. Pero hoy en
día hemos llegado al punto en que estas almas antiguas pueden finalmente tener
la oportunidad de recuperar sus antiguas identidades y poderes, esta vez con
todo el conocimiento adicional y la fortaleza que han obtenido, por ser humanos
durante tanto tiempo.
Lo que más han ganado ha sido en
sabiduría y discernimiento, la habilidad de pensar y distinguir la diferencia
entre la verdad y el engaño, algo que no eran capaces de hacer antes de entrar
en una forma humana, porque eran aislados e ingenuos como niños inocentes y
sobre protegidos.
Esta es una interpretación de la
historia de Adán y Eva: dos personas inocentes (almas antiguas pero ingenuas) a
las que la “serpiente” (los aliens reptiloides) tentaron para que comieran del
Árbol del Conocimiento (la oportunidad de aprender a discernir) y que fueron
por tanto arrojados del paraíso (la existencia etérica superior) al desierto
(la existencia física).
Cuando la civilización
empezó de nuevo
Lo que hoy en día se acepta como la
historia de la civilización humana apenas se remonta más allá de diez mil años
atrás, empezando con las escrituras grabadas en las tabletas de arcilla por las
antiguas culturas de Oriente Medio, conocidas como los Sumerios y más tarde los
Babilonios.
Con anterioridad a esos tiempos no
se dispone de otros grandes registros escritos, por lo que se supone que antes
de esos diez mil años los humanos eran cazadores y recolectores primitivos,
hasta que finalmente se aposentaron en pueblos y ciudades, aprendiendo a
cultivar y domesticar animales.
Esta versión de la historia,
enseñada en las escuelas, es trágica y peligrosamente incompleta.
Miles de años antes incluso de que
aparecieran los Sumerios florecía una avanzada civilización denominada de los
Atlantes. Abarcaba varios continentes y poseía una tecnología incluso más
sofisticada que la nuestra actual. ¿Cómo se las compuso esta avanzada
civilización para llegar a ser poco más que primitivos cazadores y
recolectores, que posteriormente desarrollaron las antiguas culturas que
conocemos?
Atlantis se vino abajo al ser
devastada por un desastre global. La leyenda dice que el continente de Atlantis
fue barrido por una inundación, hundiéndose bajo los océanos como castigo por
haberse corrompido y maleado. Las cumbres de las montañas se convirtieron en
islas rodeadas de agua, hacia las que se refugiaron con sus barcos los
supervivientes de la inundación. Estos supervivientes utilizaron entonces el
conocimiento, y la tecnología que habían rescatado, para construir
asentamientos y empezar de nuevo la raza humana. Pero su conocimiento y
tecnología fue paulatinamente perdiéndose a través de generaciones de
turbulento crecimiento y migración.
Diferentes regiones se convirtieron
en el hogar de diferentes grupos de supervivientes, que permanecieron aislados
unos de otros, algunos degenerando rápidamente, y otros desarrollándose de
forma rápida hacia niveles más avanzados para acabar sucumbiendo a la guerra,
la inanición o la enfermedad.
Se desarrolló una división entre la
minoría sofisticada de supervivientes, que conservaban su elevado conocimiento
y tecnología, y la mayoría que se degradó en culturas primitivas. Los
sofisticados se escondieron viviendo en bases subterráneas, cuevas, montañas
remotas, y fortalezas imponentes. La mayoría para ganar el tiempo suficiente
para trabajar con cualquier grupo alienígena, deseoso de ayudarlos a concebir y
llevar a cabo un plan a largo plazo para reconstruir la civilización humana.
Cuando estuvieron preparados, se
aventuraron en el exterior, y enseñaron a las masas primitivas cómo cultivar la
tierra y domesticar animales, siendo a menudo percibidos como dioses
benevolentes por los primitivos. El resto es historia.
Tras la caída de Atlantis, los
supervivientes más avanzados, que se convirtieron en arquitectos de la nueva
civilización, acordaron que era necesario reconstruir las cosas desde abajo,
para borrar la memoria de aquel cataclismo y encubrir los que se fueran
produciendo, a fin de que finalmente la humanidad se desarrollara una vez más
en un escenario avanzado, aunque estable y controlable.
A partir de entonces, la Tierra ha
sufrido varios desastres, que van desde una antigua guerra nuclear, hasta el
bombardeo por objetos procedentes del espacio exterior. Sin embargo, todo esto
nos ha sido ocultado, a excepción de las pocas migajas de verdad preservadas en
mitos y textos religiosos. Por ejemplo, la Tierra fue alcanzada hacia el 535
A.C. por una lluvia de fragmentos incandescentes de cometas, que sumergieron a
Europa en una Edad Oscura. Sin embargo, también esto fue encubierto, y lo que
hoy se nos enseña es que la Edad Oscura empezó cuando el Imperio Romano fue
invadido por las hordas bárbaras, omitiendo mencionar que si los bárbaros
pudieron hacerlo fue porque el Imperio se hallaba debilitado por el caos de los
incendios.
El punto está en que lo que se nos
enseña sobre la historia es intencionadamente incompleto, y parcialmente falso,
para que, manipulando nuestra percepción del pasado, los controladores puedan
manipular nuestra creación del futuro hacia uno en el que conserven e
incrementen su poder.
Desde luego, la ciencia moderna no
reconoce este gran cuadro de la historia porque, según su punto de vista, no
existe evidencia suficiente para mantenerlo. O más bien, su versión aceptada de
la historia está construida a partir de falsas suposiciones, basadas en
evidencias incompletas, que han llegado a estar tan profundamente arraigadas en
las mentes de los arqueólogos que cuando descubren algo que no encaja con su
versión de la historia, o bien lo mantienen oculto, y destruyen las evidencias,
o salen al paso con una excusa para explicarlo como si fuera cualquier otra
cosa.
Lo hacen así para evitar perder sus
puestos trabajos, además de ser tildados de locos o de impostores si osan
proponer una idea, juzgada imposible por otros arqueólogos y científicos de
mente cerrada.
Esta ignorancia no es un accidente;
más bien es el resultado intencionado de un “alto” sistema educativo que anima
la supresión de la verdad. Las universidades y organizaciones científicas
reciben subvenciones sólo para investigar aquello que sirve al Sistema de
Control negativo (“Sistema de Control”) que impregna nuestro mundo.
Mientras la gente crea que la
humanidad ha progresado continuamente desde los primitivos cavernícolas, hasta
la moderna civilización tecnológica, sin reveses cataclísmicos, continuará sintiéndose
segura para el futuro, y depositará su confianza y esfuerzo en sus actuales
estilos de vida, porque el futuro vendrá para recompensarles.
Pero si descubriera que hace doce
mil años, una civilización avanzada fue repentinamente barrida, y que lo mismo
podría sucederle a nuestra civilización en cualquier momento, su fe en el
futuro se debilitaría. En lugar de sacrificarse a sí mismos por las promesas
económicas de la granja de energía, para que un día puedan recoger sus fondos
de pensiones y disfrutarlos, podrían cambiar sus prioridades y hacer lo que les
hace felices ahora en lugar de más adelante.
También conduciría a plantearse
preguntas tales como:
- ¿qué tecnología utilizaban los antiguos, y cómo funciona?
- ¿por qué se ha escondido la verdad durante tanto tiempo?
- ¿cuánto tiempo tenemos antes de que la Tierra sufra otro cataclismo?
Incluso el conocimiento de cómo
construyeron los antiguos las pirámides, o propulsaban sus artefactos
voladores, podría conducir a pavorosas consecuencias si empezásemos a utilizar
esas tecnologías, en lugar de seguir pagando a las empresas eléctricas o
petrolíferas por su energía, o a la industria aeronáutica por sus viajes.
Por encima de todo, significaría el
debilitamiento del Sistema de Control.
Por eso es que la verdad ha sido
fuertemente suprimida, para mantener las cosas estables y predecibles.
Origen del hombre
Ilustración
comparativa de los esqueletos de varios primates entre los que se encuentra el hombre actual: gibón, orangután, chimpancé, gorila y homo sapiens-. La famosa
ilustración fue publicada por primera vez en el libro de Thomas Henry Huxley Evidence
as to Man's Place in Nature de 1863. Huxley es conocido como el Bulldog de Darwin por su
defensa de la teoría de la evolución de Charles Darwin
El origen
del hombre, referido al origen o comienzo de la especie humana, remite a
dos perspectivas muy distintas. La visión
científica sitúa la especie humana como una más en la evolución biológica de los organismos vivos de la Tierra.
La visión mítica y religiosa,
la antropogonía,
concibe, en general, el origen del hombre como un acto de voluntad de uno o
varios dioses.
El origen del hombre desde el punto de vista científico
El origen del hombre, desde el punto de vista
científico, interesa a múltiples disciplinas: biología, biología evolutiva, genética, antropología física, paleontología, estratigrafía, geocronología, arqueología, antropogenía y lingüística.
El lamarckismo o herencia de los caracteres adquiridos
Aunque superada científicamente, la teoría del
naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck, conocida como lamarckismo,
fue la primera teoría de la evolución biológica.
Es expuesta en su libro de 1809 Philosophie zoologique y
se conoce también como teoría de la herencia de los caracteres adquiridos.
Quedará refutada cuando a principios del siglo XX la formulación de la barrera
Weismann muestra la imposibilidad de transferencia de información entre la
línea somática y la germinal: los caracteres desarrollados por el individuo
durante su vida no se transmiten genéticamente.
Teoría de la evolución por selección natural de Darwin
La visión científica del origen del hombre
tiene su mayor hito en la obra del naturalista inglés Charles Darwin
que sitúa a la especie humana
actual (homo sapiens)
dentro de la evolución biológica de la selección natural y la selección sexual.
El origen del hombre
El origen del hombre de 1871
(en inglés The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex) es el segundo libro sobre la teoría de la evolución de Darwin[1]
Después de su libro de 1859, El origen de las especies
escribirá El origen del hombre, donde aplica la teoría de la evolución de la selección natural a la evolución humana haciendo especial hincapié en la
importancia de la selección sexual. Además el libro aborda muchos
otros aspectos sobre psicología evolutiva, ética evolutiva,
diferencias entre las distintas razas de
seres humanos así como el papel dominante de la mujer en
la elección de compañeros de apareamiento.[2] Al
final del libro nos indica cual es la principal conclusión en relación al
origen del hombre:
La
principal conclusión a la que aquí se ha llegado, y que actualmente apoyan
muchos naturalistas que son bien competentes para formar un juicio sensato, es
que el hombre desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los
fundamentos sobre los que reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque
la estrecha semejanza entre el hombre y los animales inferiores en el
desarrollo embrionario, así como en innumerables puntos de estructura y
constitución, tanto de importancia grande como nimia (los rudimentos que
conserva y las reversiones anómalas a las que ocasionalmente es propenso) son
hechos incontestables.[3]
Síntesis evolutiva moderna
La síntesis evolutiva moderna, teoría sintética
o neodarwinismo pretende la integración de la teoría de la evolución de las especies
por selección natural de Charles Darwin,
la teoría genética de
Gregor Mendel
como base de la herencia biológica, la mutación genética aleatoria como fuente
de variación y la genética de poblaciones
matemática. Las figuras importantes en el desarrollo de la síntesis moderna
incluyen a Thomas Hunt Morgan, R. A. Fisher, Theodosius Dobzhansky, J.B.S. Haldane, Sewall Wright, William Donald Hamilton, Cyril Darlington, Julián Huxley, Ernst Mayr, George Gaylord Simpson y G. Ledyard Stebbins.
Las distintas culturas y civilizaciones
han ofrecido diversos relatos de carácter mítico y religioso sobre la creación
y el origen del hombre. Se denomina antropogonía al relato de carácter mítico y religioso
sobre su origen, su creación o surgimiento y por extensión de la humanidad y
su cultura.[cita requerida]
Ciencia, mito y religión
Para algunos autores, el punto de vista
científico sobre el origen del hombre no es incompatible con la explicación
religiosa ya que afectarían a campos del saber distintos. Así, para los
defensores de la preeminencia del punto de vista religioso, afirmar que el ser humano
tiene un origen divino no
necesariamente equivale a afirmar que no existan aspectos biológicos,
argumentando que la biología es
una ciencia y,
como tal, no pretende ni puede discernir sobre aspectos metafísicos.[cita requerida]
Para otros autores el origen del hombre tiene
una exclusiva explicación científica incompatible con una explicación religiosa
que estaría, según ellos, en el campo del mito,
la antropología y,
específicamente de la antropología de la religión.[cita requerida]
Los budistas
modernos como el Dalái Lama
tratan de no entrar en conflicto entre el budismo y
la ciencia y
consideran que son maneras complementarias de entender el mundo que nos rodea.[cita requerida]