Edad Media
La Edad Media,
Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre
el siglo V
y el XV.
Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su
fin en 1492
con el descubrimiento de América,1
o en 1453
con la caída del Imperio bizantino, fecha que
tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
Actualmente los historiadores del periodo prefieren
matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los
siglos III
y VIII
se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran
etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución
del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social,
para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos
medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras
centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión
del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura
clásica por las teocéntricas culturas cristiana
o islámica
(cada una en su espacio).2
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad
Media (siglo V
a siglo X,
sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad
Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de
plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII),
y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa,Nota 1
el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división
tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a
temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688),3
quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre
la Edad Antigua
identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de
la Edad Moderna
-en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento
y el Humanismo.
La popularización de este esquema ha perpetuado un preconcepto
erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura,
sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y
económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo
en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los
revolucionarios que combatieron el Antiguo
Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia,
la teocracia,
la superstición
y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad
endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y
epidemias apocalípticas.Nota 2
Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo
tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y
geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras
civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron
una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del
desarrollo de la posterior expansión europea, y el
desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente
rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía
que con el tiempo desarrollarán el capitalismo.4
Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado
con grandes procesos repobladores (Repoblación
en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en
sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas
decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de
toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos,
mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como
un viaje (homo viator).5
También surgieron en la Edad Media formas políticas
nuevas, que van desde el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado
e Imperio) o el Imperio
bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad oriental (aculturación
y evangelización de Cirilo y
Metodio); y en menor escala, todo tipo de ciudades
estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios
marítimos como Venecia;
dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías autoritarias prefiguran el estado
moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha
venido en llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos
intelectuales con la misma crisis de la escolástica.6
Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo,
se entienda éste como modo de producción (basado en las relaciones
sociales de producción en torno a la tierra
del feudo)
o como sistema político (basado en las relaciones
personales de poder en torno a la institución
del vasallaje),
según las distintas interpretaciones historiográficas.Nota 3
El choque de civilizaciones entre cristianismo
e islamismo,
manifestado en la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito
fundamental de la época, según Henri Pirenne,
en su clásico Mahoma y Carlomagno7
), la Reconquista española y las Cruzadas;
tuvo también su parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo,
Escuela Médica Salernitana) que amplió los
horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los restos de la
cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.
La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la
diversidad y la unidad. La diversidad fue el nacimiento de las incipientes
naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión
cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la
distinción entre clérigos y laicos, de manera que se puede decir que... señaló
el nacimiento de una sociedad laica. ... Todo esto significa que la Edad Media
fue el período en que apareció y se construyó Europa.8
Esa misma Europa Occidental produjo una impresionante
sucesión de estilos artísticos (prerrománico,
románico
y gótico),
que en las zonas fronterizas se mestizaron también con el arte islámico
(mudéjar,
arte andalusí,
arte árabe-normando) o con el arte bizantino.
La ciencia medieval no respondía a una metodología
moderna, pero tampoco lo había hecho la de los autores clásicos, que se
ocuparon de la naturaleza desde su propia perspectiva; y en ambas edades sin
conexión con el mundo de las técnicas, que estaba
relegado al trabajo manual de artesanos
y campesinos,
responsables de un lento pero constante progreso en las herramientas
y procesos productivos. La diferenciación entre oficios viles y mecánicos y profesiones liberales vinculadas al
estudio intelectual convivió con una teórica puesta en valor espiritual del
trabajo en el entorno de los monasterios benedictinos, cuestión que no pasó de ser un
ejercicio piadoso, sobrepasado por la mucho más trascendente valoración de la pobreza,
determinada por la estructura económica y social y que se expresó en el pensamiento económico
Medievalismo es tanto la cualidad o carácter de medieval,9
como el interés por la época y los temas medievales y su estudio; y
medievalista el especialista en estas materias.Nota 4
El descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna,
en la que Humanismo,
Renacimiento,
Racionalismo,
Clasicismo
e Ilustración
se afirman como reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que
significaba, o contra los rasgos de su propio presente que intentan descalificar
como pervivencias medievales. No obstante desde fines del siglo XVI
se producen interesantes recopilaciones de fuentes documentales medievales que buscan
un método crítico para la ciencia histórica. El Romanticismo
y el Nacionalismo
del siglo XIX
revalorizaron la Edad Media como parte de su programa estético y como reacción
anti-académica (poesía y drama románticos,
novela histórica, nacionalismo musical, ópera),
además de como única posibilidad de encontrar base histórica a las emergentes
naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo el neogótico
-labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc- y el neomudéjar).
Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo),
produjeron ya a mediados del siglo XIX la reacción del realismo.11
Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una abundante literatura
pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la fórmula del
éxito mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos
oscuras de la Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios,
rosacruces,
masones
y el mismísimo Santo Grial).Nota 5
Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto Rahn.
Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de
ficción de diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media
(literatura, cine, cómic). También se han desarrollado en el siglo XX
otros movimientos medievalistas: un medievalismo historiográfico serio,
centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la incorporación
de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y la Escuela de los Annales) y un medievalismo
popular (espectáculos medievales, más o menos genuinos, como actualización del
pasado en el que la comunidad se identifica, lo que se ha venido en llamar memoria histórica).
Es impropio hablar de Edad Media en otras civilizaciones
Mapa TO,
con Jerusalén
en el centro, y las tres partes simplificadas del mundo recordado, más
que conocido en la Edad Media.
Las grandes migraciones de la época de las invasiones significaron
paradójicamente un cierre al contacto de Occidente con el resto del mundo. Muy
pocas noticias tenían los europeos del milenio medieval (tanto los de la cristiandad latina como los de la cristiandad oriental) de que, aparte de la
civilización islámica, que ejerció de puente
pero también de obstáculo entre Europa y el resto del Viejo Mundo,7
se desarrollaban otras civilizaciones. Incluso un vasto reino cristiano como el
de Etiopía,
al quedar aislado, se convirtió en el imaginario cultural en el mítico reino del
Preste Juan,
apenas distinguible de las islas atlánticas de San Borondón
y del resto de las maravillas dibujadas en los bestiarios
y los escasos, rudimentarios e imaginativos mapas. El desarrollo marcadamente
autónomo de China, la más desarrollada civilización de la época (aunque volcada
hacia su propio interior y ensimismada en sus ciclos dinásticos: Sui, Tang,
Song,
Yuan
y Ming),
y la escasez de contactos con ella (el viaje de Marco Polo,
o la mucho más importante expedición de Zheng He),
que destacan justamente por lo inusuales y por su ausencia de continuidad, no
permiten denominar a los siglos V al XV de su historia
como historia medieval, aunque a veces se haga, incluso en publicaciones
especializadas, más o menos impropiamente.12
La Historia de Japón (que durante este periodo
estaba en formación como civilización, adaptando las influencias chinas a la
cultura autóctona y expandiéndose desde las islas meridionales a las
septentrionales), a pesar de su mayor lejanía y aislamiento, suele ser
paradójicamente más asociada al término medieval; aunque tal
denominación es acotada por la historiografía, significativamente, a un periodo
medieval que se localiza entre los años 1000 y 1868, para adecuarse al denominado
feudalismo japonés
anterior a la era Meiji
(véase también shogunato, han
y castillo japonés).13
La Historia de la India o la del África negra a partir del siglo VII
contaron con una mayor o menor influencia musulmana, pero se atuvieron a
dinámicas propias bien diferentes (Sultanato de Delhi, Sultanato de Bahmani, Imperio Vijayanagara –en la India– Imperio de
Malí, Imperio Songhay –en África negra–). Incluso
llegó a producirse una destacada intervención sahariana
en el mundo mediterráneo occidental: el Imperio Almorávide.
De un modo todavía más claro, la Historia de América (que atravesaba sus
periodos clásico y postclásico) no tuvo ningún tipo de
contacto con el Viejo Mundo, más allá de la llegada de la denominada Colonización vikinga en América
que se limitó a una reducida y efímera presencia en Groenlandia
y la enigmática Vinland, o la posibles posteriores expediciones de balleneros
vascos en parecidas zonas del Atlántico Norte, aunque este hecho ha de
entenderse en el contexto del gran desarrollo de la navegación de los últimos
siglos de la Baja Edad media, ya encaminada a la Era de los Descubrimientos.
Lo que sí ocurrió, y puede considerarse como una
constante del periodo medieval, fue la periódica repetición de puntuales
interferencias centroasiáticas en Europa y el Próximo Oriente en forma de
invasiones de pueblos del Asia Central, destacadamente los turcos (köktürks,
jázaros,
otomanos)
y los mongoles
(unificados por Gengis Kan) y cuya Horda de Oro
estuvo presente en Europa Oriental y conformó la personalidad de los estados
cristianos que se crearon, a veces vasallos y a veces resistentes, en las
estepas rusas y ucranianas. Incluso en una rara ocasión, la primitiva
diplomacia de los reinos europeos bajomedievales vio la posibilidad de utilizar
a los segundos como contrapeso a los primeros: la frustrada embajada de Ruy González de Clavijo a la corte de Tamerlán
en Samarcanda,
en el contexto del asedio mongol de Damasco, un momento muy delicado (1401-1406) en el que también
intervino como diplomático Ibn Jaldún.
Los mongoles ya habían saqueado Bagdad en una incursión de 1258.14
El papa Silvestre I
bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (símbolo del pontificado
romano clásico, similar a otros tocados político-religiosos, como la doble
corona de los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII,
capilla de San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos
Coronados.
El inicio de la Edad Media
Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de
la Edad Media, de las cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no
podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no nace,
sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso
que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a
todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta
nuestros días. Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III, vinculada a los
problemas de reproducción inherentes al modo de producción esclavista, que
necesitaba una expansión imperial continua que ya no se producía tras la
fijación del limes
romano. Posiblemente también confluyeran factores climáticos para la sucesión
de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho más evidente las primeras invasiones germánicas y sublevaciones
campesinas (bagaudas),
en un periodo en que se suceden muchos breves y trágicos mandatos imperiales.
Desde Caracalla
la ciudadanía romana estaba extendida a todos los
hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan codiciada,
había dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio
adquiere un aspecto cada vez más medieval desde principios del siglo IV
con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias
entre los esclavos,
cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero sujetos a condiciones cada vez mayores
de servidumbre, que pierden la libertad de cambiar de domicilio, teniendo que
trabajar siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos públicos
-antes disputados en reñidas elecciones- y oficios artesanales, sometidos a
colegiación -precedente de los gremios-, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación
de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de
articulación de las zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las
reformas consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin
intensificar la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el
feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la
partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo
como nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el Grande (380) precedido por el Edicto de
Milán (313)
con el que Constantino I el Grande recompensó a los
hasta entonces subversivos por su providencialista
ayuda en la Batalla del Puente Milvio (312), junto con otras
presuntas cesiones más temporales cuya fraudulenta reclamación (Pseudo-donación de Constantino) fue una constante
de los Estados Pontificios durante toda la Edad Media,
incluso tras la evidencia de su refutación por el humanista Lorenzo Valla
(1440).
Ningún evento concreto -a pesar de la abundancia y
concatenación de hechos catastróficos- determinó por sí mismo el fin de la Edad Antigua
y el inicio de la Edad Media: ni los sucesivos saqueos de Roma (por los godos de Alarico I
en el 410, por los vándalos
en el 455, por las propias tropas imperiales de Ricimero
en 472, por los ostrogodos
en 546), ni la pavorosa irrupción de los hunos de Atila (450-452, con la Batalla de los Campos Cataláunicos
y la extraña entrevista con el papa León I el
Magno), ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último emperador romano de
Occidente, por Odoacro
el jefe de los hérulos -476-);
fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una nueva
época. La culminación a finales del siglo V
de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación
económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio
romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300
años, la Europa Occidental mantuvo un período de unidad
cultural, inusual para este continente, instalada sobre la compleja y elaborada
cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse por completo, y el
asentamiento del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la
herencia clásica grecorromana, y la lengua latina,
sometida a transformación (latín
medieval), continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa
occidental, incluso más allá de la Edad Media. El derecho
romano y múltiples instituciones continuaron vivas, adaptándose de
uno u otro modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que
puede darse por culminado para el año 800, con la coronación de Carlomagno)
fue una suerte de fusión con las aportaciones de otras civilizaciones y
formaciones sociales, en especial la germánica y la religión cristiana. En los
siglos siguientes, aún en la Alta Edad Media, serán otras aportaciones las que
se añadan, destacadamente el islam.
Alta Edad Media (siglos V al X)
¿Bárbaros?
Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la
peste no causa menos estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las
riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan
espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta
las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos.
Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el
hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose
en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano.
De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el
hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por
boca de sus Profetas. Asoladas las provincias... por el referido
encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del
Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para
establecerse en ellas.
Hidacio,
Chronicon (hacia 468).
El texto se refiere concretamente a Hispania y sus
provincias, y los bárbaros citados son específicamente los suevos, vándalos
y alanos,
que en el 406
habían cruzado el limes
del Rin
(inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia
y en torno al 409
habían llegado a la Península Ibérica; pero la imagen es equivalente en otros
momentos y lugares que el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.
Los pueblos germánicos procedentes de la Europa del
Norte y del Este, se encontraban en un estadio de desarrollo económico, social
y cultural obviamente inferior al del Imperio romano, al que ellos mismos
percibían admirativamente. A su vez eran percibidos con una mezcla de
desprecio, temor y esperanza (retrospectivamente plasmados en el influyente
poema Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis),16
e incluso se les atribuyó un papel justiciero (aunque involuntario) desde un
punto de vista providencialista por parte de los autores
cristianos romanos (Orosio,
Salviano de Marsella y San Agustín de Hipona).17
La denominación de bárbaros (βάρβαρος) proviene de la onomatopeya bar-bar con
la que los griegos se burlaban de los extranjeros no helénicos, y que los
romanos -bárbaros ellos mismos, aunque helenizados- utilizaron desde su propia
perspectiva. La denominación invasiones bárbaras fue rechazada por los
historiadores alemanes del siglo XIX, momento en el que el término barbarie
designaba para las nacientes ciencias sociales un estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización
y superior al salvajismo. Prefirieron acuñar un nuevo término: Völkerwanderung
("Migración de Pueblos"),18
menos violento que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de
un pueblo con sus instituciones y cultura, y más general incluso que invasiones
germánicas, al incluir a hunos, eslavos y otros.
Los germanos, que disponían de instituciones políticas
peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la figura del
rey, recibieron la
influencia de las tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, así como la del
cristianismo (aunque no siempre del cristianismo católico o atanasiano,
sino del arriano);
y se fueron adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos
territorios, sobre todo a la alternativa entre imponerse como minoría dirigente
sobre una mayoría de población local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad
de Europa Occidental durante la Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el tiempo,
dieron origen a los estados-nación que se fueron construyendo en
torno a ellas. Socialmente, en algunos de estos países (España
o Francia),
el origen germánico (godo
o franco)
pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por la nobleza
como distinción sobre el conjunto de la población.
Las transformaciones del mundo romano.
El Imperio romano había pasado por invasiones externas y guerras civiles terribles en el
pasado, pero a finales del siglo IV, aparentemente, la situación
estaba bajo control. Hacía escaso tiempo que Teodosio había logrado nuevamente unificar
bajo un solo centro ambas mitades del Imperio (392) y establecido una
nueva religión de Estado, el Cristianismo niceno (Edicto de Tesalónica -380), con la consiguiente
persecución de los tradicionales cultos paganos y las heterodoxias
cristianas. El clero
cristiano, convertido en una jerarquía de poder, justificaba ideológicamente a
un Imperium Romanum Christianum y a la dinastía Teodosiana como había comenzado a
hacer ya con la Constantiniana desde el Edicto de
Milán (313).
Se habían encauzado los afanes de protagonismo político de
los más ricos e influyentes senadores romanos y de las provincias occidentales.
Además, la dinastía había sabido encauzar acuerdos con la poderosa aristocracia
militar, en la que se enrolaban nobles germanos que acudían al servicio del
Imperio al frente de soldados unidos por lazos de fidelidad hacia ellos. Al
morir en 395,
Teodosio confió el gobierno de Occidente y la protección de su joven heredero Honorio
al general Estilicón, primogénito de un noble oficial vándalo que había
contraído matrimonio con Flavia Serena, sobrina del propio Teodosio. Sin
embargo, cuando en el 455
murió asesinado Valentiniano III, nieto de Teodosio, una buena
parte de los descendientes de aquellos nobles occidentales (nobilissimus,
clarissimus) que tanto habían confiado en los destinos del Imperio
parecieron ya desconfiar del mismo, sobre todo cuando en el curso de dos
decenios se habían podido dar cuenta de que el gobierno imperial recluido en Rávena
era cada vez más presa de los exclusivos intereses e intrigas de un pequeño
grupo de altos oficiales del ejército itálico. Muchos de éstos eran de origen germánico y cada vez confiaban más en las
fuerzas de sus séquitos armados de soldados convencionales y en los pactos y
alianzas familiares que pudieran tener con otros jefes germánicos instalados en
suelo imperial junto con sus propios pueblos, que desarrollaban cada vez más
una política autónoma. La necesidad de acomodarse a la nueva situación quedó
evidenciada con el destino de Gala Placidia,
princesa imperial rehén de los propios saqueadores de Roma (el visigodo Alarico I
y su primo Ataúlfo,
con quien finalmente se casó); o con el de Honoria,
hija de la anterior (en segundas nupcias con el emperador Constancio
III) que optó por ofrecerse como esposa al propio Atila enfrentándose a su
propio hermano Valentiniano.
Necesitados de mantener una posición de predominio social
y económico en sus regiones de origen, reducidos sus patrimonios fundiarios a
dimensiones provinciales, y ambicionando un protagonismo político propio de su
linaje y de su cultura, los honestiores (los más honestos u honrados, los que tienen honor), representantes de
las aristocracias
tardorromanas occidentales habrían acabado por aceptar las ventajas de admitir
la legitimidad del gobierno de dichos reyes germánicos, ya muy romanizados,
asentados en sus provincias. Al fin y al cabo, éstos, al frente de sus
soldados, podían ofrecerles bastante mayor seguridad que el ejército de los
emperadores de Rávena. Además, el avituallamiento de dichas tropas resultaba
bastante menos gravoso que el de las imperiales, por basarse en buena medida en
séquitos armados dependientes de la nobleza germánica y alimentados con cargo
al patrimonio fundiario provincial de la que ésta ya hacía tiempo se había
apropiado. Menos gravoso tanto para los aristócratas provinciales como también
para los grupos de humiliores (los más humildes, los rebajados en tierra -humus-)
que se agrupaban jerárquicamente en torno a dichos aristócratas, y que, en
definitiva, eran los que habían venido soportando el máximo peso de la dura
fiscalidad tardorromana. Las nuevas monarquías,
más débiles y descentralizadas que el viejo poder imperial, estaban también más
dispuestas a compartir el poder con las aristocracias provinciales, máxime
cuando el poder de estos monarcas estaba muy limitado en el seno mismo de sus
gentes por una nobleza basada en sus séquitos armados, desde su no muy lejano
origen en las asambleas de guerreros libres, de los que no dejaban de ser primun
inter pares.
Pero esta metamorfosis del Occidente romano en
romano-germano, no había sido consecuencia de una inevitabilidad claramente
evidenciada desde un principio; por el contrario, el camino había sido duro,
zigzagueante, con ensayos de otras soluciones, y con momentos en que parecía
que todo podía volver a ser como antes. Así ocurrió durante todo el siglo V,
y en algunas regiones también en el siglo VI
como consecuencia, entre otras cosas, de la llamada Recuperatio Imperii o Reconquista de
Justiniano.
Características Generales
Las principales características de la Edad Media son:
Las principales características de la Edad Media son:
1. Unidad cultural cristiana, que se manifiesta:
a. En la unidad de fe (época teocéntrica).
b. En la unidad de lengua (el latín).
c. En la unidad del Arte (el Gótico).
d. En la unidad del método (didáctica).
2. Sentido jerárquico según la línea Dios-Rey-Iglesia-Nobleza-Pueblo.
3. Sentido feudal de la sociedad.
4. Los géneros literarios se clasifican así:
a. Iglesia: Literatura religioso-moral.
b. Nobleza:
1. Aristocracia guerrera: Gestas o Cantares Épicos.
2. Cortesana y caballería: Novelas de aventuras y de amor.
3. Burguesa: Poesía y Cuento satírico.
c. Pueblo: Romances y Leyendas.
5. La jerarquía eclesial era entonces: Dios Padre, Jesucristo, Pedro (Vicario), obispos, sacerdotes y religiosos (monjes), laicos.
6. Tono popular en lo literario, es decir, tanto en la Épica como en la Lírica y en el Teatro medieval hay indicios de una génesis y lenguaje populares.
7. Huida de la realidad cotidiana.
8. Realismo, aun empleando un estilo sublime.
9. Tendencia nacionalista y localista. En la Edad Media nacen las nuevas nacionalidades.
10. Carácter anónimo o colectivista. La gran mayoría de las obras medievales son anónimas, tanto en la Literatura como en Arquitectura.
Los estratos sociales de la Edad Media son:
1. La Iglesia, que es la rectora de la Edad Media en lo religioso, cultural y social. La Iglesia, con su acción religioso-cultural, trata de dar seguridad al hombre:
a. Infundiendo en él un profundo espíritu religioso.
b. Estableciendo una sociedad rígidamente jerarquizada.
c. Expandiendo la cultura científico-religiosa.
2. La nobleza, que con la Iglesia rige y orienta la sociedad medieval. Con la cultura científica y social, los nobles se impregnan de ideales éticos y religiosos.
3. El pueblo, cuyos integrantes son servidores acogidos a los nobles o monasterios. Otros grupos formaban los gremios. Culturalmente eran gentes rudas y analfabetas.
La burguesía, clase intermedia entre la nobleza y el pueblo, comienza a surgir al final de la Edad Media, y dará lugar a que pueda aparecer el Prerrenacimiento, y se dedicaba al comercio y a la industria. Sus características más sobresalientes son:
a. Moral utilitaria: le importa la utilidad, el beneficio inmediato.
b. Escepticismo ante los ideales caballerescos: ponen sus ojos en el dinero, lo demás no cuenta.
c. Espíritu satírico: con el cual vulnera